Hay palabras y actitudes que durante los años 70 y 80 del siglo XX nos llenaron la vida social y política. La Transición es una de ellas que hoy se intenta devaluar con trampas pues lo hacemos desde el hoy y no desde 1975. Luego vino otra palabra que nos llenó bastantes años y que hoy ha vuelto pero con otro nombre.
El Desencanto.
Muchos españoles de aquella época, jóvenes y con ganas de crecer en un país libre, vimos que muchas de las promesas se hundían en el abandono, en el olvido, en la imposibilidad. Nos sentimos engañados y lo decíamos como ahora, en los corrillos de bar o de empresa, en las numerosas huelgas sectoriales o en las manifestaciones casi siempre violentas.
El desencanto es hoy la desafección.
Los Pactos de la Moncloa tuvieron gran parte de culpa del desencanto, aunque hoy se entiende que sin ellos nuestro futuro económico hubiera sido muy distinto. Siempre cuando se trabaja en equipo forzado desde todas las fuerzas políticas posibilistas, se aplanan los resultados sociales y se tiende a olvidar a los trabajadores, a las clases medias, a los que pagamos impuestos solo por trabajar.
Ojo, pues estamos ahora camino de volver a una situación parecida, en donde parezca imposible hacer nada que no sea la concentración política entre los bipartidistas. Por eso hay que decir rotundamente y con sinceridad que SÍ hay otros caminos políticos posibles, solo que esos no les interesa a los conservadores sociales que son la mayoría.