Desde el diario El Mundo se ha acusado a políticos de recibir regalos y estos gestores castellanos enseguida han mostrado las cajitas pequeñas de madera que recibieron, conteniendo azafrán castellano para un par de paellas. Mal vamos si seguimos callando lo magro y acusamos de oídas a todos, pues algo queda. El daño que han hecho los políticos corruptos es brutal y tardaremos décadas en restaurarnos.
Yo nunca he recibido ningún regalo desde la política, ni una invitación personal a café con leche. En alguna inauguración hemos tenido pinchos de tortilla y vinos y en otra sí que fueron servidas tapas de diseño de una escuela de hostelería. Efectivamente soy un político con muy poca suerte, pero es lo que hay. Ni un libro, que agradecería. Algunos folletos, aunque el último que me entregaron en una jornada técnica no era para quedármelo sino para ojearlo con vuelta. Joder qué tonto soy.
Pero también he sido empresario unos buenos años. Allí era normal las botellas de vino, los libros bien encuadernados, las entradas a algunos espectáculos, las cajas de navidad, juegos para los niños o incluso alguna cosita más. Me los regalaban clientes o proveedores, algunos cuadros, cajas de whisky o prebendas varias. Y lo hacían para tenerme contento. ¿Eso es corrupción? Pues es posible que si, como es seguro que es muy habitual en nuestra sociedad empresarial. Hay que cambiar muchas cosas.