Insisten algunos catalanes en llevarse para su independencia
las comarcas aragonesas de La Ribagorza, La Litera, el Bajo
Cinca y el Matarraña. Y sin preguntarnos. Hay que prepararse para eso. Podemos
tomárnoslo en serio o a chufla. Vista la forma de ser de muchos aragoneses nos
lo tomaremos a broma, seguro.
Lo de menos es que eso sea posible o
que sea fácil. Lo malo es el poco respeto que demuestran hacia Aragón. Lo
increíble es que lo hagan saber y decir no desde mentes individuales, sino
desde partidos políticos, desde publicaciones oficiales o semioficiales,
empleando su televisión, sus web, sus institutos de investigación histórica.
Como además estamos en periodo de caza,
todos los medios de comunicación de ambos bandos se dedican a insuflar picante
en todo lo que se menea y puede joder al otro. El caso es levantar pasiones y
sumar soldados a una guerra que se aviene imparable. No de disparos de bala
sino de disparos de decisiones y palabrería.
Pero debemos reconocer también que
desde Aragón no estamos poniendo la defensa de nuestro espacio histórico en el
lugar que se debe poner. Somos flojos, somos pocos, a veces somos imbéciles y
nos equivocamos hasta límites insospechados. La Ley de Lenguas sería el ejemplo
más sencillo de imbecilidad histórica. Nos callamos y sin asentir tampoco
defendemos. ¿Qué haría Cataluña si reclamáramos nosotros contundentemente
tierras que pertenecieron a la Corona de Aragón y hoy son catalanas? ¿Por qué
no invadimos Ibiza para tener un punto de apoyo en nuestra conquista de
Sicilia? ¿Qué tal invadir la zona del Delta del Ebro?