Sin duda, llegados a este punto hay que consultar con profesionales que detectan el punto en el que se encuentran sus actitudes, ver las soluciones posibles y tratar de encauzar su carácter, para que no se convierta en algo peor para los propios familiares más cercanos.
Los síntomas más usuales y por los que empiezan a demostrar que se están apoderando de la familia son:
Los síntomas más usuales y por los que empiezan a demostrar que se están apoderando de la familia son:
No ayudan en casa, se niegan a colaborar en las tareas más sencillas y básicas, exigiendo que generalmente su madre haga de criada de ellos. Simplemente buscan demostrar —como un animal gregario— que domina la situación, controla a las personas y logra mandar y que le obedezcan.
Cuando no consigue sus objetivos recurren a los berrinches, los lloros, las broncas, que van en aumento tanto en número como en intensidad hasta lograr que los padres cedan. Es la herramienta más básica para doblar la defensa de padres y abuelos. Broncas que en principio pueden ser violentas con ellos mismos, luego con sus hermanos y después con los adultos.
Tienden a avergonzar sus adultos en público, pues sabe que es lo que más fastidia a los padres. Broncas en lugares públicos, frases delante de familiares y amigos, insultos sin venir al caso, violencias físicas delante de otros familiares.
Logran que los padres le pidan por favor que cedan, que pare en su actitud, que se comporte, que deje de hacer el gamberro. Es una forma del primer sometimiento de los adultos, que él ya domina a su gusto. Ya se siente el líder de la manada, con perdón por la palabra.
El siguiente paso es que los niños logran el soborno directo a sus padres para comportarse bien, para que no actúe delante de otras personas de forma violenta. Da igual lo que obtiene a cambio, lo importante para él o ella es la dominación, el obtener el premio del sometimiento de los adultos por comportarse bien.
Para finalizar ignoran totalmente a los adultos, pues él o ella ya se han formado un círculo propio que dominan, y para ello nada como demostrar que son los demás los que deben estar a su subordinación. Comen cuando quieren, solos y sin orden, no respetan las normas, no quieren estar con sus padres, exigen dinero si ya tiene la edad para ello, dinero que va en aumento con amenazas de que si no se lo dan, lo logrará de “otras” formas. Han aprendido a dominar y tienden a no tener medida.
Estos problemas no empiezan en la adolescencia, muchas veces tienen sus inicios en edades muchos más tempranas, pero son en la pubertad y en la adolescencia cuando realmente se vuelven insufribles.
Lo peor de todo es que a veces y una vez que ya tienen dominado todo el proceso, estos preadolescentes o adolescentes no quieren ser adultos, pues saben que el estatus logrado es maravilloso para ellos y no lo quieren abandonar. Por eso la ayuda de profesionales es muy necesaria pero según en qué fase se esté, si se llega tarde los resultados no siempre son satisfactorios.