No es fácil leer las noticias de este verano lleno de dramas
y muertos, de sangre y dolor. No es fácil para un verano que siempre suele
estar vacío de páginas importantes y hay que recurrir a monstruos o remedios milagrosos
para llenar titulares. Pero este julio viene lleno de rojo y hay que
aguantarse, pues los humanos somos impredecibles y violentos como ninguna otra
especie.
Las imágenes de las escuelas de Gaza ya no impresionan, lo
hacen el tamaño de la idiotez humana, lo logran los niños asombrados entre
adultos histéricos que tampoco entienden nada. No merece la pena perder un minuto
en intentar entender el asunto de Israel y Palestina. Quien bombardea una
escuela y dos y tres se clasifica solo.
Las personas de a una en una, tú y yo, los que vamos por la
vida sueltos y sin rumbo, también tenemos culpa de todo. Poquito, pero la
tenemos. Ayer escuchaba a compañeros míos criticar casi hasta el insulto a
colegas de profesión. Sin motivo, por reafirmar las diferencias, para dejar
claro que yo soy distinto a ti. Idioteces increíbles en tiempos de revueltas
mentales. Nada hay más imbécil que las peleas entre pobres para lograr un
coscurro de poder. Nada hay más tonto de capirote que equivocarse de enemigo.
Creo que estamos condenados a perdernos en el bosque, pero
no por que los caminos sean complicados, no por que sea de noche y no tengamos
ni idea, no, simplemente por que nos empeñamos en ser imbéciles. Nadie nos pide
tamaña idiotez, pero nos empeñamos en serlo. Creo que hemos nacido para ser
perdedores. Los que van de traje y no quieren ser tontos, se están frotando las
manos de gusto.