Yo nunca había oído hablar de los “Dabbawala” repartidores en
las grandes ciudades de la India —Bombay sobre todo con sus 18 millones de
habitantes— de un sistema de reparto de comida casera desde los hogares a los
trabajadores familiares, que nos puede parecer increíble cuando no obsoleto,
anticuado e imposible de creer, aunque está siendo analizado cuando no seriamente
estudiado por las mejores universidades del mundo empresarial. ¿Es para tanto? Sabiendo que en España tenemos sistemas parecidos para el reparto diario y urgene de mercancías, no parece para tanto, pero la verdad es que el lío es temendo y el error casi nulo.
Sin duda la publicidad de alguna película india ha hecho
saltar a la fama a los Dabbawala, aunque si algo les caracteriza para ser estudiados es casi el
NULO número de errores en el reparto de las grandes fiambreras de comida,
basándose en sistemas que para nuestra mentalidad son imposibles.
En India los trabajadores empiezan sus tareas muy pronto lo
que les obliga a tener que salir de sus casas a unas horas en las que el agua
potable todavía no funciona. Los restaurante cercanos a los puestos de trabajo
son siempre caros y además la particularidad de las numerosas “castas indias” hace
que las comidas sean muy personalizadas, con alimentos y condimentos prohibidos
u obligatorios en cada plato. Unido a la costumbre arcaica de que las comidas
las debe preparar la esposa en el mismo día, hace que parezca irresoluble el
problema a no ser que exista un sistema de reparto que recoja la comida de cada
vivienda y la entregue en el puesto de trabajo del marido. Es cierto que en los
últimos años ya están funcionando casas de comidas o de catering que fabrican
estas comidas personalizadas y que los “Dabbawala” recogen desde estas empresas
y reparten en las oficinas del destino laboral, y a la hora señalada al efecto,
haga calor sofocante o esté lloviendo a mares.
Como las ciudades son muy grandes, las distancias también lo
son, así que cualquier trasporte de tarteras suele contar con hasta tres
trasbordos de repartidores, en una perfecta organización de personas
repartidoras de comida, que se pasan sus encargos en puntos señalizados en
plena calle para ello, entre zonas de recogida y zonas de entrega. Entregan las
tarteras y las recogen tras ser consumidas para volverlas a entregar al hogar.
El trabajador no se las tiene que llevar a su casa cada día tras la jornada de
trabajo, sobre todo por que en los transportes públicos es imposible admitir esas
enormes bidones, pues colapsaría todavía más el servicio.
Efectivamente, parece un gran lío, es un gran lío, y si
además vemos imágenes de los bidones de comida y de la forma del reparto y del
intercambio de los bidones por zonas, veremos que es un auténtico caos. Pero lo
curioso es que NUNCA fallan en la entrega de las tarteras en su destino. ¿Cómo?
La tasa de error según la Universidad de Harvard es del 1
por millón. ¿Nos parece imposible? Si además añadimos que la inmensa mayoría de
las personas que trabajan en este servicio son analfabetos, veremos que el
milagro es casi religioso. Una de las claves está en la consanguineidad de los
repartidores lo que hace que se trasmitan entre familiares todo el sistema y
sus trucos, para que nada falle. La trasmisión del conocimiento es aquí
perfecta.
Un trabajador “Dabbawala” gana unos 100 euros al mes de
sueldo por el reparto de unas 40 fiambreras grandes cada día, mientras que el
coste de este servicio de comida casi caliente para el trabajador es de unos 6
euros al mes. Hay que señalar que en el reparto de cada fiambrera intervienen
entre 3 y 4 “Dabbawala” que se van intercambiando los bidones para no tener que
realizar todo el trayecto.
Todo se basa en unas cifras, colores y claves, puestas en la
tapa del bidón de la comida, y que sirven de identificación PERFECTA para que
nada se pueda perder hacia su destino. Visto desde nuestra mentalidad parece
que los códigos podrían ser todavía más liados para el éxito de tanta entrega,
pero en realidad es la única clave para que todo funcione perfectamente. Una
mezcla simple de grandes códigos y colores, que logra desde una cierta
distancia, ver que algo que no debe estar en un lugar determinado se pueda
percibir con claridad. La posición de los códigos en la tapa es fundamental,
como lo es incluso el tamaño del texto, más pequeño el dato cuando este indica
que se está más cerca de la entrega.