El sexo apetece. Siempre, nunca o a veces. Pero hay momentos en los que aunque creamos lo contrario, no son los más recomendables para practicar el sexo que nos apetece. Incluso por propio sentido común, aunque la cabeza te pida una tórrida sesión de sexo salvaje. Pero el cuerpo sin hablar te está pidiendo que te frenes.
El deseo de sexo tras una comida copiosa, tras una velada de comida y bebida que empezó como un pequeño vicio de encuentro cariñoso, debe sopesarse con sosiego, pues el cuerpo está pidiendo calma y tranquilidad. El alcohol es un mal compañero para el sexo, aunque la mente nos diga que hay que terminar con un final feliz. Tal vez una simple sesión de sexo pactada en donde no se busque el apasionamiento sino un simple desahogo como quien se toma una copa final, puede llevarnos a no forzar el cuerpo inoportuno.
Si llevamos unas horas al sol de la playa, si tras una jornada de sol de verano anochece en la cala junto al mar y apetece reencontrarse con el sexo en un lugar diferente, mucho cuidado con la arena y con las quemaduras del sol aunque sean leves. Los roces harán insufrible el encuentro amoroso. Aunque lo notemos tras pasar la euforia sexual del momento. Una cama suave es mucho más recomendable. Incluso el interior del coche. Pero mezclar arena con piel irritada pues dejar huella. Incluso como bálsamo, sexo dentro del agua es la mejor opción.
Tras una discusión no es bueno tener unas amplias relaciones amorosas. Mejor dicho, el amor si que es muy necesario, pero el sexo no tanto, pues podría volver a surgir chispas sobre las brasas. Amor si, tras una discusión es necesario el cariño compartido; sexo ya no tanto. Y menos si la discusión ha sido con personas ajenas al acto sexual posterior. La tensión hará más complicado un final feliz.