La violencia puede no tener medida, es parte del juego dramático del que la practica. Por eso el terrorismo representa casi el último grado de la violencia pues funciona basándose en crear terror y miedo, sin medida de ningún tipo. No hay reglas en el terrorismo, algo que sí ocurre en las guerras aunque algunas veces, muchas, se las salten todas las partes.
Para crear terror hay que producir el máximo de daño posible y mostrarlo a todos. Crear miedo se basa en saber que se está creando dolor. El terrorista quiere jugar con la comunicación para aumentar su poder.
Para combatir al terrorismo no sirven los mecanismos habituales y la pérdida de libertad es la primera que cae ante la defensa. Sobre todo la de la comunicación y la de información. No aceptarlo es perder parte del sistema de defensa. Aceptarlo es darle al sistema herramientas para hacer algo más que defenderse ante el terrorismo. Hay que elegir como muchas otras veces entre seguridad y justicia, entre libertad y protección.