Los niños a partir de su nacimiento e incluso antes de nacer, son auténticas esponjas auditivas que aprenden escuchando todo lo que les rodea. Así aprenden a hablar y a comprender los tonos de la voz de sus padres, de la persona que más horas está a su lado. Es el tono el que les indica qué se quiere decir y con qué finalidad. Comprenden los sonidos y su intención.
Luego irá aprendiendo los diferentes ruidos y sonidos, los de alegría y peligro, los normales y habituales y los extraños, y asociará el sonido con algo que sucede después de él.
Si llaman al timbre… luego viene una persona. Si se oye abrir una puerta… aparece a los segundos una persona querida, etc.
Aprende de los sonidos del hogar, de la cocina, de la televisión, del baño, del agua, de las diferentes pisadas de las distintas personas, de los que se alejan o de los que se acercan.
Por eso una manera de enseñar a los preescolares es con los sonidos, con la música, con la voz.
Hay que hablarles, estar siempre que se pueda contándoles cosas aunque sepamos que no las está entendiendo como nosotros las explicamos, pero si sabrá diferencias los tonos, los motivos de esa conversación interactiva.