La curiosidad que tiene el niño de forma natural le permite y refuerza el aprender más rápido. El niño que no es curioso tardará más en aprender más cosas. Para acumular conocimientos el niño emplea la curiosidad y la repetición. Por eso quiere que siempre le contemos el mismo cuento y le hablemos de lo mismo una y otra vez. En cada repetición se va quedando con partes de la historia y se aprende los giros, los gestos, la miradas, las voces. Va sumando partes y aprende por acumulación.
Los niños aprenden de su curiosidad, pero aprenden lo bueno y lo malo. Por eso es importante qué aprendan dirigidos por sus adultos, y que lo que observen sea entretenido y alegre para que le sea divertido repetirlo. Y que aprendan en positivo.
Siempre debemos responder a sus preguntas aunque a veces no tengan una respuesta sencilla. Es mejor responder que no lo sabemos pero lo vamos a investigar, que nos vamos a preocupar en mirar la respuesta, que no responderle.
Él necesita creer que tenemos respuesta para todo, pero admite que no las tengamos en ese momento. Como necesita explicaciones de todo, tenemos la obligación de dárselas para hacerle crecer dentro de su imaginación y curiosidad. Él confía siempre en su mentor, en quien le resuelve todos sus problemas. Y no le debemos defraudar.