Ya regresados casi todos de las vacaciones, a cada uno nos asaltan penas y ganas por igual, de seguir con lo viejo o con lo nuevo.
Inevitablemente debemos volver a la normalidad anterior, aunque el cuerpo a veces nos pida una cosa u otra. Pero las vacaciones han sido solo un impase para así recargar las pilas y tener más fuerzas para continuar las conquistas personales y laborales.
Es bueno readaptarse en unos días y no de sopetón, para que exista un tiempo de unas 48 horas entre pasar de la sensación de vacaciones a la normalidad laboral. Debemos retomar poco a poco la situación anterior, reordenando el teléfono, los email, los asuntos pendientes, los nuevos proyectos. Viendo poco a poco todo lo que nos llenará la vida de las próximas semanas.
Nada como volver a las horas de sueño anterior y a los horarios habituales, para aprender a adaptar al cuerpo con un espacio intermedio. Pero la mezcla entre vacaciones y normalidad debe tener también paso al recuerdo, a las fotografías de esas semanas, a las cervezas y las tapas en esos dos días de reencuentro. Y una vez vuelto al trabajo, debe ser útil el intercambio de información, el compartir las semanas de descanso, buscando la integración total en otras 48 horas. No es perder dos días, es ganar la energía para todo un curso.
Trabajar debe ser una nueva energía y no un mal recuerdo de una obligación. Volver a la rutina debe ser volver a la normalidad, que aunque parezca lo mismo no lo es. Hemos tenido vacaciones para recargar nuestra energía positiva, para relajarnos y vaciar nuestro estrés. Se carga enseguida, pero nos pillará limpios de posos, convencidos de que es posible otro tipo de vida.
A las dos semanas de entrar en ese normalidad habitual ya casi no nos acordaremos de las vacaciones, pero si las hemos aprovechado nos sirven para estar más en forma, más limpios, con más energía positiva. Quien ha estado un año sin vacaciones, es decir dos años seguidos trabajando, sabe lo tremendo que es superar la situación a partir de los15/18 meses sin descanso suficiente. La productividad baja y las nuevas ideas desaparecen. Las vacaciones son simplemente necesarias.