Lo más parecido a un pirata es Jordi Pujol, pequeño de estatura, con las manos a la espalda, caminando algo encorvado, con cara sonriente y mirada pérfida, que sisa a las grandes empresas de construcción para entregárselo a los pobres de sus hijos.
Es un pirata con una gran prole de soldados desarrapados que desde el barco de Cataluña luchan por conquistar países pequeños como Andorra o Mónaco y Suiza. Poca cosa.
Pero son piratas de tierra pues solo usan coches de alta gama y no submarinos como sería el caso en estos siglos. De momento no les hemos encontrado ni loro encima del brazo del garfio ni ojo tapado con tela negra, pero todo se andará. Como todo buen plantel de piratas de mares trnquilos, se desentienden de explicar por qué atacan playas desnudas. Son listos.