Los gritos en la calle son de variado nivel. Los hay de voz y de escritura, de posturas o de imágenes. No grita igual el silencio de un desarrapado que pide comida, que el de un joven que solicita futuro o una chica que pide libertad o un hombre que pide cultura o una persona que solicita más libertad para el vicio.
Todos nos expresamos, es la gran ventaja de estos tiempos. Elegimos la forma, el mensaje y los momentos. Y nos expresamos. El problema es que un exceso de mensajes nos lleva al silencio, a no verlos, a no prestarles la atención debida. En el tamaño y el momento también está escondido el éxito.