No es lo mismo mantenerte en silencio que provocar el silencio en otras personas. No es igual callar que acallar. Es otro estado posible, logrado a través de la inteligencia relacional, del saber controlar y dominar muy bien la palabras.
El otro día me hicieron callar en una reunión, lograron acallar mis planteamientos con una frase certera —“tocado”— y eso es la inteligencia del que interviene para responderte, del que emplea sus silencios para controlar y sabe lograr los silencios de los otros para dejar que entre un diálogo en las veredas que no le interesan.
Hablar es un arte, dialogar y negociar puede ser el sublime ejercicio de la dominación. Porque todo hay que hacerlo desde la sabiduría, sin producir rechazo, pues se trata de lograr objetivos, no de conseguir reacciones. Quien sepa dominar sus silencios, controlar sus palabras y saber emplearlas para dominar las palabras de sus interlocutores, tiene un éxito añadido. Puede seguir siendo amigo pero actuar como contrincante, como controlador de los demás. Al menos hasta que le descubran sus trucos textuales.