El París de los niños, el de juegos infantiles crueles, el de las hormigas en forma de humanos que siguen la sanda marcada nunca sabremos bien por quien.
Muchos niños en el viejo siglo cogían (cogíamos) las lupas y quemaban con los rayos del sol concentrados a las hormigas que salían en busca de comida. No había videojuegos ni televisión pero la crueldad también existía.
De alguna manera esta obra callejera de un barrio de París refleja ese juego cruel pero barroco, de poderío salvaje pero de recreo de tarde al fin y al cabo. A los niños se les puede modelar de muchas maneras. También de forma muy negativa y lo sabemos. Era un juego, pero porque solo teníamos una lupa.