En todo iniciativa que vayas a emprender necesitas tener una buena idea, pero debe estar asentada dentro de un desarrollado proyecto.
Sin ideas nada funciona: deben ser novedosas, posibles, actualizadas al momento, originales. Propias si es posible o adaptadas a tu propio mercado de actuación.
Pero detrás de cada idea u objetivo hay que desarrollar el programa que lo sustente: su rentabilidad, su posibilidad real de construirse, nuestras capacidades para realizarla, el análisis del mercado a donde acude, las competencias y debilidades de la idea, su financiación primera y su mantenimiento, su viabilidad.
Da igual si es una empresa, un proyecto artístico o educativo; toda idea necesita sujetarse tras un proyecto desarrollado para su fin. La idea es la bombilla, el proyecto el cable que le da luz. Si crees tener una buena idea que te permita convertirse en un proyecto, desarróllalo y solo entonces sabrás si tiene posibilidades de ser posible, de ser rentable, de merecer el esfuerzo. El proyecto es el que da sustancia a la buena idea, el que permite saber si además de buena idea merece trabajarla y hacerla crecer.