La sutileza de esta pequeña obra callejera es todo un detalle al buen gusto. Unos tablones que hacen de valla separando un solar vacío y alguien ha tenido el detalle ingenioso de imitar con su pintura una cortina que abre el espacio en busca del mar, de la luz, del infinito.
En mayo de 1968, en el barrio latino de París, los estudiantes decían que debajo de los adoquines estaba la playa. En esta imagen superior nos muestran que detrás de las vallas puede estar la libertad.