Antonio Garrigues Walker es de esos políticos que no llegaron a lo que se esperaba, aun habiendo estado a las puertas de todo. Un intelectual, fundador del Partido Liberal en España (PDL)pero sobre todo abogado que trabajó mucho las sinergias entre empresas de EEUU y España.
Con sus 80 años de edad y la lucidez de su inteligencia, sigue demostrando que sus años en el Colegio Marista le siguen marcando en su forma de pensar, y lo digo por experiencia a veces compartida en la visión de la vida. Veamos una respuesta a un Confidencial.
Con sus 80 años de edad y la lucidez de su inteligencia, sigue demostrando que sus años en el Colegio Marista le siguen marcando en su forma de pensar, y lo digo por experiencia a veces compartida en la visión de la vida. Veamos una respuesta a un Confidencial.
El libro sobre su vida (Antonio Garrigues Walker) recoge vivencias, personajes e historias, relevantes, pero quizá eso no sea lo importante, sino lo que ha aprendido a través de todos esos acontecimientos y esas vicisitudes personales. ¿Importan más las enseñanzas que los hechos?
Cuando uno cumple 80 años lo primero es preguntarse por lo que ha hecho y abrir la etapa de méritos y culpas. Y uno se da cuenta de que ha hecho cosas bien y cosas mal, y hay que aceptarlo con naturalidad. El ser humano es humano y tiene un lado oscuro y yo cada vez creo más en esa actitud oriental del ying y el yang, según la cual todos los valores contradictorios están unidos en sí mismos. He leído muchos artículos de autores japoneses que tratan con pasión acerca de cómo la luz genera la sombra y la sombra la luz, y todos tenemos este tipo de problemas. Entonces entras en fase crítica en que te das cuenta de que los méritos no eran tantos como creías y que las culpas son bastante más de las que piensas, pero bastante más. Y me refiero tanto a lo que has hecho como a lo que no has hecho. Lo primero que uno descubre es que ha podido hacer mucho más. Tienes éxitos y fracasos y a menudo uno intenta minimizar los segundos y aumentar los primeros, pero llega el instante en que te das cuenta de que ese ejercicio no merece la pena.