La clase empresarial está siendo señalada como pérfida en la España de 2014 como antes lo ha sido la clase política, ambos grupos sociales con motivos sobrados para temblar sobre su futuro junto a una España en profunda crisis aunque muchos no deseen verlo así por respeto al miedo.
Los tramposos se han pasado en su ejercicio de jugar al robo y trapicheo…, sin pensar en sus empresas. Nunca un empresario ha creado una empresa para beneficio de su sociedad sino para su beneficio, y esto hay que asumirlo incluso por los propios empresarios. Pero tampoco nunca se deben crear empresas para jugar al abuso y para bordear la ley en un entrar y salir con frescura y sonriendo entre lo que está permitido por la sociedad y lo que está prohibido por la ley.
Ese margen lo saben sortear muy bien muchas empresas, por ello los jetas se buscan los mejores asesores fiscales y legales antes de buscarse los mejores asesores laborales, de producción o de mercados. La diferencia entre empresas buenas y malas está muy clara. La marca la legalidad, la que unos cumplen muy bien, y otros contratan a buenos y caros asesores, para saltársela.
España necesita una nueva generación de jóvenes empresarios. Sobra formación y falta tal vez experiencia y preparación entre muchos que hoy están mal trabajando en España o en otros países, casi siempre por la dificultad de lograr crédito para sus proyectos.
Pero también por ue en sus estudios universitarios o de Formación Profesional no se les prepara bien para crear sus propias empresas, algo muy diferente de lo que sucede en otros países.
En España los empresarios no quieren que surjan nuevos compañeros empresarios que nazcan fuera de ese grupo social que ellos creen controlar.
Hijos de, amigos de, sobrinos de.
Y por eso quieren incluso controlar la formación para frenar los impulsos necesarios de modernización. España necesita mejores empresarios o nos hundiremos como país capaz, moderno, posible.