Las franquicias son una manera sencilla de emprender un negocio sin ser un profesional del sector sobre el que se invierte. Y esto es un peligro para la viabilidad, pues siempre es necesario conocer el sector sobre el que se invierte si se quieren objetivos positivos. La empresa franquiciadora te lleva de la mano en la inversión inicial, en las formas y preparación del local y en la formación suficiente para emprender el negocio. Pero el franquiciado debe demostrar que sabe cuidar su inversión inicial.
Pero no todo es positivo a la hora de invertir en una empresa nueva de franquicia. El principal problema radica en la seriedad de la marca. Está de moda ahora cambiar marca por segmento comercial y aquí ya tenemos una debilidad importante a la hora de analizar las modas en las franquicias. El mercado de cigarrillos electrónicos nos indicó que la saturación y un análisis equivocado del potencial del producto y del mercado puede hundir muchas inversiones realizadas sin objetivo real.
Ahora parecen estar de moda las tiendas de perfumería como antes lo estuvieron las panaderías, los locales de venta de yogurt, las tintorerías o las de encurtidos. Son siempre servicios fáciles de aprender, pero sobre deben hacer ellas un análisis de mercado y sobre todo del lugar de apertura del negocio. Por idóneo y por saturación.
Las franquicias son válidas si hay mesura en el número y el tiempo, si hay originalidad, si hay un apoyo válido detrás que sirva para mucho más que para complicar la rentabilidad final de la empresa, si cuenta con un control de implantación sobre el territorio para que no haya excesiva competencia, si se cuenta con apoyo publicitario y de marketing de la firma "madre". A veces hay franquicias que funcionan muy bien, que tienes detrás un gran producto y marca, pero lo que hay que pagar mensualmente por ellas las convierten en esclavistas, en muy complicadas de rentabilizar por el franquiciado, siendo meros negocios del franquiciador. Todo hay que analizarlo muy bien.