Para aprender a aprender, el niño, que está explorando todo lo que le viene encima, necesita recibir cariño, percibir que los que le rodean le quieren.
El niño necesita sentirse seguro entre las personas que le rodean.
El cariño de los adultos añade una cantidad de seguridad tremenda, inmensa, lo que le entrega una felicidad que le ayuda al niño preescolar a aprender mejor y más rápido.
Curiosamente esta sensación tan positiva se mantienen también en la relación entre adultos, aunque ya nunca la valoremos ni la utilicemos para lograr objetivos.
Querer al niño que está comenzando la vida no quiere decir malcriarlo. El niño necesita aprender constantemente, pero también conocer el “no”, saber dónde están los límites. Aprenderlos para poderlos luego practicar.
Un "NO" con suavidad pero con claridad es más que suficiente para que sepa dónde están los límites.
Mantener ese NO y esos límites siempre, supone no tener que aumentar el tono del NO. Pero el error más sencillo es que a veces ese NO se convierta en SI para volver a ser NO en otra ocasión posterior.
Entonces habremos logrado liar de tal forma al niño que habré —desgraciadamente— que aumentar el tono y las formas para que él comprenda que ese NO es de los que siempre hay que asumir como límite.
Pero la responsabilidad es de quien no cumple las normas básicas de la educación hacia el NO.
Querer no es solo decirlo. Es aprender a mirar y hablar con amor, entregando, compartiendo, mirando con ojos de aprobación.
El tacto es muy importante, pero los sonidos, las voces, los gestos, los tonos, lo son tanto o más en esta temprana edad.