Me miraba pero no le hice caso alguno. Lo jodido fue cuando le observé guiñarme el ojo. No supe nunca si había sido una ilusión mía o suya, un intento de amedrentarme o de avisar que me estaba mirando con ojo de buen observante. Para mí que fue un sueño falso, pues si no hubiera pensado eso, me hubiera escapado corriendo y aguanté al menos unos segundo mirándole fijamente. Ahora por las noches sueño con su mirada.