Yo hace ya un par de décadas, fui
invitado por motivos profesionales a comer en un buen restaurante de Barcelona
donde en la mesa de al lado estaba comiendo José Luis Núñez junto a otros dos “señores” de oscuro
traje.
La distancia entre mesas era
excesivamente amplia, no tenían entonces comedores privados y la separación se
lograba a costa de tener mesas vacías en medio, de aquel amplio pero oscuro lugar muy conocido por
su comida gallega, no siempre marisco.
Pero lo curioso para un joven novato
como yo en aquellos años, eran los dos guardaespaldas que había entre ellos y
nosotros más los otros dos maromos de alto porte que estaban en la puerta.
Ahora leo que ese hombre de los cuatro
guardaespaldas ha entrado en la cárcel. No creo que le hayan acompañado. La
vida es así de larga, así de corta, así de compleja. Podemos pasar de no ser
nadie a creer ser todo y a ser capaz de tirar por la borda la paz en la vejez. De dominar el aire que respiramos a que no nos dejen ni
cagar sentados. Con 80 años ha perdido la batalla de la verdad, es decir, de la
vida. Por tramposo.
Mucho cuidado con la abuso del poder, con creerse
más grande que el ambiente, pues al final te cobran la jugada. Y a veces antes
de llegar al infierno.