Dimitir por Facebook es tan cobarde como
despedir por buro fax, y en los últimos tiempos está de moda esto de no dar la
cara, por miedo a perder las razones o por darse cuenta —quien realiza la
acción— que no tendrá palabras para saber explicar sus decisiones.
Vivimos en tiempos raros que sin duda nos
llevarán a tiempos más raros todavía, pues no somos capaces de hacer nada por
evitarlos. Todos parecemos como insumisos ante la normalidad, en espera de no
se sabe qué. Tal vez de no se sabe quien.
Mientras en Francia se habla de más de
1.000 jóvenes que se han ido a Siria a combatir en la guerra, en Cataluña
aumenta el caldo de cultivo del fanatismo islamista, en otra prueba más de que
no contar con los jóvenes para el futuro lleva a que se desorienten y sean
ellos los que crean encontrarlo, aunque esté pintado de negro.
Ucrania se marea, Grecia se tambalea, una
tal Cristina lleva de cráneo a un tal Felipe, mientras las colas en el TSJC se
alargan inmensas con personas que quieren autoinculparse por no hacer nada del
otro jueves. ¿Metemos a la cárcel a los 100.000 o solo serán 800 y esos sí
caben?
La lotería este año no ha traído ni salud. ¿Se han
dado cuenta que estas navidades hay menos Papa Noel colgando de los balcones? O
los chinos han decidido no vendernos tantos o es que nosotros nos hemos dado
cuenta que era una tontería. No creo que tenga nada que ver Podemos con este
tema, pero nunca se sabe. De momento para Madrid ya tenemos alcaldesa a poco
que le dejen los chicos de morado. Que se preparen los policías locales, que
los piensa joder a todos, por listos.