Steve Jobs, el alma de Apple hasta su fallecimiento tenía tres reglas que además de básicas las consideraba imprescindibles para que las reuniones de trabajo funcionaran bien. Hay más, cada maestro tiene sus sistemas, pero no está de más conocer sus tres reglas básicas.
Steve Jobs entendía que en las reuniones de trabajo, para que fueran eficaces, había que tenerlas con el mínimo número de personas posibles. Nadie debía estar haciendo bulto ni por duplicado. Cuantas menos personas, más tiempo dispondrían cada una de ellas en poder defender sus opciones, profundizando más en ellas.
En toda reunión de trabajo tenía que haber un responsable de cada área de trabajo de los asuntos que se fueran a tratar en la reunión. Esto suponía que todas las áreas quedaban enteradas perfectamente de lo hablado, y de que el resto de componentes de segunda línea hacia abajo, sabían quien era el considerado líder de cada sección, de cada responsabilidad.
No permitía que se dieran explicaciones utilizando medios tecnológicos, presentaciones, etc. Todo debía ser explicado de forma verbal, pensando quien lo hablaba de lo que realmente decía. Él quería que los asuntos se pudieran discutir y analizar en caliente, críticamente en el acto del análisis. Opinar y defender mientras el resto criticaba o defendía sus propias opiniones en igualdad de medios.