La diosa Cibeles es el emblema de Madrid
y la vemos casi siempre de lejos cuando paseamos por el centro de la ciudad, sin
prestarle mucha mirada de tanto verla. Así que mostrar un primer plano sería lo
de menos. Aunque acercarla siempre es simpático ¿no?
Era Cibeles —la diosa frigia de la zona
de la actual Turquía junto a Grecia— de la Tierra madre de todos, como la cueva
que nos abraza y nos contiene. Era la Diosa Madre, la de todos los que habitábamos
sobre la tierra, seamos humanos o animales. La Diosa de la naturaleza, de toda la
vida posible, del poder vital más salvaje, del dominio sobre las ciudades
estado y para demostrarlo se corona con unas torres en la cabeza.
Cuentan que Atalanta
era una ninfa muy atleta que no quería casarse nunca y prometió hacerlo sólo si
un hombre le ganaba en carrera. Precursora griega del feminismo, entendía que
no había hombre que le pudiera ganar y cuando se desafiaban el acuerdo era que
si ella ganaba él debía morir y si él ganara si casaría con el hombre.
Hipómenes se enamoró perdidamente de Atalanta
y pidió ayuda a la diosa Afrodita, quien tiró unas manzanas de oro al paso de
Atalante en medio de la carrera. Atalanta se agachó a recogerlas y perdió la
carrera, teniéndose que casar con Hipómenes.
Pero un día de caza en que comenzó a
llover, ambos se refugiaron en un templo dedicado a la diosa Cibeles e hicieron
allí el amor apasionadamente, enfureciendo brutalmente a esta diosa que sin
estar en contra del sexo entendiendo que nunca se debía hacer en un lugar
sacro.
La diosa Cibeles en castigo los
convirtió a ambos en leones machos para que ya nunca pudieran hacer el amor entre
ellos y además los condenó a mirar cada uno hacia un lado para que no pudieran
volver a verse jamás. Y por eso vemos a la Cibeles de Madrid encima de un carro tirados por dos leones, machos por supuesto, y mirándo cada uno de ellos a un lado de Madrid.