Toda organización necesita a las personas y a su capacidad de trabajo en equipo, para lograr los objetivos que se propone. Sin personas implicadas no hay organización.
Todos los equipos están formados por un número indeterminado de individualidades muy diferentes entre ellas. Saber engranar el conjunto para lograr algo más que la suma de esas individualidades es la semilla del buen equipo.
Todas las organizaciones tienen competencia y necesitan ganar la competitividad básica en estas peleas de mercados: sean industriales, de consumo, de acción social, de venta, de servicios o de asesoramiento. Los procesos para mantenerse y más para crecer son los mismos en todos los campos.
Aquellos equipos que sepan gestionar mejor la inteligencia de cada personas de su grupo, serán los que con toda seguridad ganarán el futuro de su sector, de su propia organización.
Tan importante es saber gestionar bien las individualidades como saber engranar y encajar en el proceso del equipo todas las diferencias para que salga un conjunto más homogéneo, sin fisuras, sin peleas, sin personalismos excesivos.
Un equipo debe sobre todo hacer crecer la inteligencia individual, ser capaz de impregnar de más formación, de más autoestima, de más fuerza, a la suma de todos sus elementos. Hay que aumentar el conocimiento global y saber marcar una meta que el más débil de todos sea capaz de alcanzar por sí sólo.