Hay días para la comunicación y días para la contemplación, para el sosiego y el encerramiento sobre la cáscara de cada uno. Eso depende de la energía del comienzo del día. Aunque dicen que un buen café hace milagros en veinte minutos.
Nada que no pueda resolver una mirada con suerte. La suerte se elige, aunque también te elige. Pero sobre todo hay que reconocerla pues nunca se presenta en todo su esplendor. Suele ser una bocanada de aire fresco que hay que reconocer y pillar al vuelo. Dejarla crecer un poco y luego disfrutarla.
La suerte te puede arreglar un día gris o una vida en alerta. No tiene tamaño. Y tampoco dirección. La hay solitaria o de esa más complicada y que necesita a un tropel de comparsas para dejarse notar. Pero si es suerte, es suerte. La otra, la mala suerte, no existe. Es simplemente la normalidad.