En días como estos, cuando la dignidad vital se paga con las vidas podridas dentro de un camión de carne congelada, los europeos deberíamos ponernos a llorar. Si esto está sucediendo en nuestros territorios, es que el problema ya lo tenemos aquí, entre nuestra sangre. No sirve de nada mirar al suelo y disimular. Hay que resolver o se nos volverán contra nosotros. O somos egoístas y no permitimos estos desastres, resolviendo los problemas con más humanismo, o los siguientes seremos nosotros o nuestros hijos.