El profesor aragonés César Bona, nominado en su momento al Global Teacher Prize, conocido como el "Premio Nobel de los Profesores" responde en una entrevista a unas preguntas, en este caso en Heraldo de Aragón. Vemos algunas respuestas.
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En su nuevo libro afirma que existen otras formas de educar basadas en la empatía, la sensibilidad, la resiliencia...
Creo que deberíamos completar la educación teniendo en cuenta algo que forma parte de nosotros y que parece que no cabe en las escuelas: somos emociones y tenemos que mostrar que se pueden dar herramientas para gestionar esas emociones. Es verdad que esto no debería impartirse solo en las escuelas sino en la Universidad, donde van a surgir los futuros maestros y maestras, porque no puedes enseñar a gestionarlas si no sabes manejar tus propias emociones. Hay que dar más importancia a la creatividad de los niños, estimular esa curiosidad. Y eso también implica que a los futuros maestros se les dé la posibilidad de aprender cómo manejar su propia creatividad y su propia curiosidad.
Usted afirma que no hace nada extraordinario, que solo se divierte en el aula. ¿Cuál debe ser el papel de un maestro en la sociedad?
Me divierto porque me gusta lo que hago, porque vivo mi trabajo con pasión. Y eso sería uno de los puntos claves para todos los maestros. No trabajamos en una oficina, un trabajo que obviamente es muy importante, pero nuestra labor consiste en contagiar a los niños también con nuestra actitud. Soy consciente de eso cada día que voy a clase y sé que si trabajo con pasión ellos harán las cosas con pasión. Hay que animarles a ser ellos mismos, a participar en la sociedad para cambiar las cosas a mejor. Creo que la escuela debería ser un lugar donde invitar a los niños, sobre todo, hacia el compromiso social. Si queremos alumnos comprometidos podemos invitar a los niños a ser comprometidos con el medio, con las personas, a mejorar las cosas en esencia.