Halloween es esa fiesta que ahora se empeñan en redescubrir pero que en realidad es una fiesta ancestral en muchas sociedades. La fiesta de Todos los Fieles Difuntos fue instituido por San Odilón, monje benedictino y quinto Abad de Cluny en Francia el 31 de octubre del año 998. Pero mucho antes ya se celebraban fiestas por el Día de los Muertos. En el pueblo zaragozano de Gotor, de la comarca del Aranda se celebra Todos los Santos con los ancestrales ritos celtíberos de Samhain que los pueblos celtas realizaban para ofrecer las almas en su tránsito tras la muerte, desde hace más de 2.000 años.
Sin duda es una fiesta europea, muy posiblemente del pueblo celta, que celebraba la caída de la hoja, la llegada del otoño, la muerte real y auténtica, cuando el alma se escapa definitivamente de nuestro mundo. Necesitamos morir para que ve pueda volver a nacer. Necesitamos desprendernos de las almas viejas, para abrazar a las nuevas. Es el recambio mental, vital.
Por cierto, el famoso “truco o trato” de los niños, el llamar a las casas y pedir caramelos o comida, tiene un componente violento que hoy ya no se celebra. Si no se da comida, antes, como poco te estampaban un huevo en la puerta. Y como mucho te podían llegar a destrozar la entrada o te hacían pintadas o te rompían cristales. Eran las almas “nuevas” las sustitutas de las almas viejas que ya se iban al otro mundo, de forma definitiva.