Decía Alvin Toffler que en los tiempos en los que “la tierra” era la fuente de la riqueza entre personas, fue “la iglesia” quien se adueñó de esa fuente de poder. Que cuando la tierra dejó de ser el medio que medía la riqueza en las sociedades y pasó a tener importancia los “medios de producción” y “las industrias” fueron “los Estados” los que se apoderaron realmente aunque a veces escondidos, de controlar esos medios de producción.
Llevamos varias décadas cabalgando encima de una Tercera Ola de cambios. En algunos países llevan más años que en otros conociendo los cambios actuales, donde la globalización nos parece lo más visible. Pero la realidad es que en estos años es la “formación” y la “inteligencia social” la que está ocupando la fuente de riqueza entre personas y sociedades, tomando “las personas” el control del poder.
Claro que hoy este poder NO lo ocupan las personas elegidas a voleo. Se preocupan muy bien los poderes anteriores a que sea ocupado por personas elegidos por ellos desde poderes perfectamente controlados. Aunque sin duda, las personas y siempre a título individual, es la que en última instancia va tomando el poder real, asumiendo que estamos en la prehistoria de esta tercera ola de cambio.
Hemos pasado de “tener” grupos de trabajo, equipos de recursos humanos, como si fueran una posesión de la propia empresa, a disponer de mecanismos de trabajo en equipo, de conceptos novedosos de colaboración supraindividual, donde la persona toma el poder dentro de la organización, aunque el equipo sea la suma y el auténtico poder de actuación, pues representa la suma, la complementariedad necesaria.
Durante siglos los ejércitos eran simples sumas. Cuanto más soldados se tuvieran más posibilidades de ganar. Ahora los ejércitos son conjuntos, comandos, equipos, donde no tiene importancia el número de integrantes sino su calidad y formación, sus herramientas, su disponibilidad para complementarse entre ellos. Lo mismo sucede en las empresas nuevas, donde las horas de trabajo han pasado poco a poco de ser manuales o de máquinas, a ser horas de trabajo pensando. Cada día más, las máquinas de producción hacen más trabajos. Cada día es más necesario tener a personas inventando y optimizando procesos, atenciones, servicios, rentabilidades, formas nuevas.
El entorno es fundamental como siempre, pero ahora no dependemos del sol y la lluvia, sino de la complementariedad del compañero, de la velocidad con que acuden las nuevas ideas, de las maneras para repartir y compartir la formación, de la forma en que la inteligencia de uno es diferente a la del otro. Hay que aprender a gestionar la inteligencia. La tuya propia y la de todos los que forman tu equipo.