Hay un tiempo para hacer y otro para dejar hacer. Son bien distintos

En la vida hay un tiempo necesario para “dejar” que todas las cosas vayan sucediendo. Y un tiempo para “hacer” que todas las cosas sucedan

Hay que saber diferenciar bien en qué momento es necesario intervenir y en qué momento es mejor dejar que todo funcione por sí mismo. Las dos opciones son buena y malas, depende de la oportunidad y de saber decidir.

Pero emplear —ante la vida que nos rodea— sólo uno de los dos mecanismos lógicos de funcionamiento, convierte en tonto al que lo intenta. Tonto e incapaz, emplee la que emplee.


Nosotros siempre tendremos que interactuar con los momentos que nos toca vivir, aunque es posible que a veces no acertemos en el tiempo, en el tipo de actuación que hagamos. Podemos equivocarnos por exceso o por defecto. Pero en eso radica la excelencia de cada persona. 

Si nosotros no actuamos…: ¿para qué estamos allí, sea el lugar o la situación que sea? ¿sólo de espectadores? ¿acaso hemos pagado entrada o esperan de nosotros que en algún otro momento momento actuemos? ¿si no actuamos nosotros, quien lo hará por nosotros? ¿nos conviene que sean otras personas las que decidan el tipo de actuación, en vez de nosotros mismos?