Los jubilados somos mayoría, los que más dinero tenemos, los que de más horas libres disponemos para consumir o para ayudar, los más activos en las ONG e incluso los que más hablamos o escribimos. Pero seguimos considerando a los jóvenes en estas sociedades modernas como los que deben dirigir al mundo, olvidándonos de los abueletes como si sólo fuéramos un montón de carne agostada, cercana al matadero. Je, y je.
Los jubilados somos los que además acudimos a votar y de eso no se están enterando desde la izquierda que sigue pensando en su mantra particular que los jóvenes las apoyan en un número bárbaro. Y es verdad. Pero luego estos mismos jóvenes no van a votar y se quedan en su casa.
Pero sobre todo donde los jubilados tenemos el cielo ganado es en el consumo o el consumismo por vicio. Ya tenemos móvil, ya sabemos manejarnos por internet, ya compramos cámaras digitales de calidad, incluso ya tenemos tablet, televisión por cable, viajamos, vamos de restaurantes y museos, exigimos y compramos. ¿Cuando se darán cuenta los publicistas que el dinero durante dos décadas lo van a tener en sus manos la gentes que hoy tienen de 55 años para arriba?
Los jubilados incluso follamos, bebemos whisky de malta, entendemos de cervezas belgas o de los diferentes tipos de salmón ahumado. Y se me dirá que no, que sólo algunos, y es verdad esto. Pero también lo es que lo hacemos y sabemos hacerlo en una proporción mayor que a ninguna otra edad. Incluso diría para terminar de joder, que nuestros hijos o nietos dependen en gran medida de nosotros. Los ayudamos con dinero, con habitacionalidad, con formación añadida e incluso me han dicho que en algunos casos hasta con hacer de criados y de conserjes, de cuidadores de nietos pequeños o de mascotas grandes. Somos la leche, pero en silencio.