La gente es rara de narices. El otro día conocía a una persona que habla con los muertos como quien habla con el vecino en el ascensor. Bueno, mucho mejor. Lo curioso es que no sólo habla esta persona con los muertos, sino que los muertos le responden a ella. Y aunque nosotros, los que rodeamos a todos ellos, no nos demos cuenta, también los muertos hablan con nosotros, creyendo que son simples casualidades. Jodo.
pero hoy he conocido a una persona que reza todas la noches por las misiones. Las misiones no son las tareas, los trabajos, no, son “La Misiones”, esas cosas que en los años 60 servían para que durante varias veces al año nos dieran a los niños unas cabecitas de barro de chinitos o negritos y nos fuéramos por las calles pidiendo limosnas. Las “misiones” son como las ONG pero en plan antiguo, de la Edad Media más o menos.
Ya no se trata pues, de creer en los santos, en Ala o en Dios. No. Se trata de creer en los muertos y en Las Misiones. Quien no cree en algo imposible es porque no quiere. Criticamos a los politicos por que no cumplen lo prometido, pero en cambio admitimos que los curas nos ofrezcan el cielo y luego no nos quejamos de que nos mientan pues el Cielo no existe. Creo. Creo en no creer. Yo iré al Infierno, que por cierto, tampoco existe.
La persona que habla con los muertos me llegó a explicar un dato curioso. Los muertos no están entre nosotros siempre, no es posible hablar con ellos de por vida. Eso depende. Están aquí los años o meses que les ha tocado de Purgatorio. Luego ya, se van definitivamente para no volver hasta el Cielo. Es decir, si logras hablar alguna vez con un muerto, date prisa que se nos va al Cielo echando hostias. Y encima tienes que saber que si hablas con él es porque fue algo malo y no ha podido entrar de forma directa al Cielo. Yo por eso no consigo hablar nunca con mis muertos. Los míos fueron todos muy buenos y entraron directamente al cielo.