Sin duda la seguridad es importante, pero nunca debería comerse la libertad ni convertirse en un obstáculo para el funcionamiento básico de las sociedades. Cerrar una ciudad como ha sucedido con Bruselas, prohibir que abran los colegios, museos, centros comerciales o sistemas de transportes urbanos, además de un gran error pues da publicidad constante a los terroristas, es también matar moscas a cañonazos. Las posibilidades de evitar así un atentado son mínimas y en cualquier caso sería retrasar la violencia. Y procurar la seguridad total además de imposible no encaja para nada con las posibilidades reales de esta sociedad actual. Para defenderse del terror de este siglo hay que emplear mecanismos muchos más efectivos que prohibir a las personas salir a la calle. Por ejemplo actuar sobre las compras y ventas de productos que ayuden al terror, sean armas, petróleo, cereales o gas.