Feliz Año Diferente…, con algo de filosofía

“Hazlo todo, sin por qué” 
Maestro Eckhart (dominico alemán)

“Quien conduce un automóvil, no lo hace de acuerdo a un programa, sino de acuerdo a la carretera” 
 Fritz Perls (psiquiatra alemán)

Con estas dos frases muy alejadas en el tiempo por varios siglos pero nacidas en el corazón de Europa, quiero despedirme de este 2016. Un año positivo en lo personal, raro en lo social, inútil en lo político, del que creíamos que íbamos a aprender muchísimo, y al final nos ha desencantado más todavía.

No debemos estar constantemente preguntándonos todo, hay que actuar, trabajar por tus ideas y por aquello que te manda tu interior, pulirlo constantemente para ir adaptándolo a los tiempos, y seguir caminando. Hacemos todo por inercia. Lo que hay que haber cultivado es precisamente esa inercia para que sea positiva, compartida, útil, adaptada hacia tu propia sociedad mirando siempre hacia abajo con los ojos bien abiertos, y hacia arriba con las defensas preparadas.

Es el camino el que nos marca las decisiones que tenemos que tomar, el que nos obliga a tomar unas decisiones u otras. Lo que es totalmente imposible en una recta, puede tornarse imprescindible en una curva.

Hay que ser resiliente y además muy adaptativo a cada momento. Tenemos que saber doblarnos y aprender a ser fuertes antes los problemas. Y tomar las decisiones que en cada momento nos exige el camino. ¿Tú sabes qué decisiones vas a tener que tomar en este 2017? Yo no. De hecho admito que tendré que tomar decisiones que hoy ni me imagino.

Feliz Año Diferente.

Las gated communities o comunidades cerradas de lujo

Todos nosotros hemos visto gated communities o Comunidades cerradas en la Costa Brava, en Andalucía, en Madrid o en Miami, en persona o en televisión, las urbanizaciones donde las familias de mucha economía viven como escondidas a los ojos ajenos, entre el agua del mar que les entra por canales, los jardines privados con árboles exóticos donde se comunican entre los vecinos de idéntica procedencia, siempre rodeados eso sí, por fuertes medidas de seguridad activa, y por juegos de entretenimiento natural como puede ser el golf o los hipódromos.

En la medida en que las diferencias sociales entre las diferentes partes de una sociedad se agudizan, se contrastan, más se separan estos grupos sociales del resto, más inseguros se sienten, más seguridad activa requieren. Más se encierran en sus propias zonas de vida. Son las famosas gated communities o Comunidades cerradas, de las que sólo en los EE.UU. se cree que hay más de 30.000, donde se cree que ya viven unos 20 millones de personas.

Estas urbanizaciones no son ni ciudades ni pueblos, son islas de las que salen a comunicarse cuando se sienten seguros y de forma esporádica. Casi disimulando y a ciertos locales del entorno. No forman sociedad, pues ellos creen ser “la sociedad” y todo lo demás los añadidos que necesitan para funcionar. Funcionan en grupo, siempre que sea “su” grupo.

En los países más pobres también existen estas formas sociales de vida. Incluso más acentuadas. Se pueden ver como lugar más cercano a España en nuestro vecino Marruecos. Pero insisto que no es necesario salir de España para verlas de lejos o separadas por el agua.

No pueden ser considerados barrios, pues para ello sería necesario una vida de calle, unos lugares comunes de convivencia abierta a todos. Y en estas zonas esto, aunque parezca lo contrario, no existe. Sí existe la iglesia, el restaurante, el local de juegos, pero poco más. Aunque es cierto que en los últimos años se están construyendo en algunos países, auténticas gated communities de enorme tamaño, con rascacielos, hospitales, escuelas y centros comerciales propios.

Incluso se puede dar el caso, como en alguna zona privada de Zaragoza, donde dentro del mismo recinto quieran convivir diversas formas sociales que no se admiten entre ellas, por la diferencia económica que supone a los ojos de alguno de los grupos. Algo que los diferencia y que curiosamente para la mayoría de nosotros no sería una diferencia. Unos se llaman a los otros de forma despectiva, dejando muy claro quienes son de cada grupo social. Ocupan cuotas de poder en las directivas, se pelean, ocupan espacios propios en sus zonas comunes.

El conflicto puede venir por poseer más o menos terreno alrededor de sus edificios, el que sus viviendas sean chalet o adosados, sean antiguos o nuevos, tengan árboles privados o no puedan tenerlos por algún motivo. El caso es siempre sentirse más y mejores que los que están más cerca.

Aunque algunas comunidades priman tener dentro de sus gated communities a grupos sociales de Clase Media que realizan el trabajo intermedio que les separa entre los obreros que acuden a trabajar desde el exterior y ellos mismos. Asesores, médicos, artistas, personas de un nivel medio que les resulten agradable, diríamos que bufones del siglo XXI que hagan de “amigos” en las relaciones constantes. No es clasismo señalar esto, el clasismo es potenciarlo desde dentro y buscarlo para sentirse más cercanos a la realidad.

Queda claro pues, que eso no son sociedades felices pero la saben buscar o construir, y sin duda tampoco barrios…, ni además querrían serlo nunca. Ellos odian el concepto “barrio” y todo lo que eso supone de unificación social. Pero es su decisión, su forma de sentirse más seguros. Cuanto más se posee, más necesidad se tiene de sentirse seguros. Debe ser que no quieren perder lo que tienes, por ser mucho. En cantidad, claro, no siempre en calidad.

Gated communities o comunidades cerradas de lujo, en España

Todos nosotros hemos visto gated communities o Comunidades Cerradas en la Costa Brava, en Andalucía, en Madrid o en Miami, en persona o en televisión, esas urbanizaciones donde las familias de mucha economía viven como escondidas a los ojos ajenos, entre el agua del mar que les entra por canales, los jardines privados con árboles exóticos donde se comunican entre los vecinos de idéntica procedencia, siempre rodeados —eso sí— por fuertes medidas de seguridad activa, y por juegos de entretenimiento natural como puede ser el golf o los hipódromos.

En la medida en que las diferencias sociales entre las distintas partes de una sociedad se agudizan y se contrastan, más se separan estos grupos sociales del resto, más inseguros se sienten, más seguridad activa requieren. 

Más se encierran en sus propias zonas de vida. Son las famosas gated communities o Comunidades Cerradas, de las que sólo en los EE.UU. se cree que hay más de 30.000, donde se asegura que ya viven unos 20 millones de personas.

Estas urbanizaciones no son ni ciudades ni pueblos, son como islas sociales de las que salen a comunicarse cuando se sienten seguros y de forma esporádica. Casi disimulando y a ciertos locales del entorno. No forman sociedad, pues ellos creen ser “la sociedad” y todo lo demás los añadidos que necesitan para funcionar. Funcionan en grupo, siempre que sea “su” grupo.

En los países más pobres también existen estas formas sociales de vida de potentados que quieren separarse del resto. Incluso más acentuadas. Se pueden ver también —como lugar más cercano a España— en nuestro vecino Marruecos. Pero insisto que no es necesario salir de España para verlas de lejos o separadas por el agua.

No pueden ser considerados barrios, pues para ello sería necesario una vida de calle, unos lugares comunes de convivencia abierta a todos. Y en estas zonas esto, aunque parezca lo contrario, no existe. 

Sí existe la iglesia, el restaurante, el local de juegos, pero poco más. Aunque es cierto que en los últimos años se están construyendo en algunos países auténticas gated communities de enorme tamaño, con rascacielos, hospitales, escuelas y centros comerciales propios.

Incluso se puede dar el caso, como en alguna zona privada de Zaragoza, donde dentro del mismo recinto quieran convivir diversas formas sociales que no se admiten entre ellas, por la diferencia económica que supone a los ojos de alguno de los grupos. Algo que los diferencia y que curiosamente para la mayoría de nosotros no sería una diferencia. Unos se llaman a los otros de forma despectiva, dejando muy claro quienes son de cada grupo social. Ocupan cuotas de poder en las directivas, se pelean, ocupan espacios propios en sus zonas comunes.

El conflicto puede venir por poseer más o menos terreno alrededor de sus edificios, el que sus viviendas sean chalet o adosados, sean antiguos o nuevos, tengan árboles privados o no puedan tenerlos por algún motivo. El caso es siempre sentirse más y mejores que los que están más cerca.

Aunque algunas comunidades priman tener dentro de sus gated communities a grupos sociales de Clase Media que realizan el trabajo intermedio que les separa entre los obreros que acuden a trabajar desde el exterior y ellos mismos. Asesores, médicos, artistas, personas de un nivel medio que les resulten agradable, diríamos que bufones del siglo XXI que hagan de “amigos” en las relaciones constantes. No es clasismo señalar esto, el clasismo es potenciarlo desde dentro y buscarlo para sentirse más cercanos a la realidad.

Queda claro pues, que eso no son sociedades felices pero la saben buscar o construir, y sin duda tampoco barrios…, ni además querrían serlo nunca. 

Ellos odian el concepto “barrio” y todo lo que eso supone de unificación social. Pero es su decisión, su forma de sentirse más seguros. Cuanto más se posee, más necesidad se tiene de sentirse seguros. Debe ser que no quieren perder lo que tienes, por ser mucho. En cantidad, claro, no siempre en calidad.

Podemos vivir mejor si queremos. Aunque algunos no desean esto

El decrecimiento parecía inevitable para encarar la salida de la actual crisis global y compleja además de completa. Eso nos quisieron decir, para poder pagar las deudas e intentar ahorrar. Hemos vivido los primeros años del siglo XXI, falsamente en un crecimiento que parecía la panacea de todos los problemas. Nos habíamos engañado entre todos, creyendo que solo el crecimiento constante nos podía proporcionar la felicidad, el trabajo, la economía mejorada. Ahora estamos en el pozo del descreimiento simplemente porque todo lo que sustenta nuestros pensamientos sociales se ha hundido.

Ya no creemos en los bancos, tampoco en los gobiernos, En Europa, en la iglesia, casi tampoco en la familia, menos en el trabajo pues nos ha hecho dudar, en el consumo, en los medios de comunicación, en el esfuerzo imprescindible para buscar la excelencia. Todo está en duda y es lógico que para salir tengamos que reconfigurar muchas cosas.

No es posible trabajar como hace una década. No hay trabajo para todos. Y eso supone que el trabajo valga menos, tenga mucho menos valor. Aunque seamos capaces de producir mucho más por nuestras horas de trabajo. Los empresarios han aprendido a pagar menos, aquí y sobre todo fuera.

Así que ya no es posible consumir como antes y esto es una ventaja para salir de la actual situación. El mundo no puede soportar un consumo sin control en donde muchos más, consumimos cada uno mucho más. Hay un punto de no retorno. La sostenibilidad es inevitable y obligada en todas nuestras decisiones.

Ya no nos fiamos de los que gestionan la sociedad. Tenemos que soportarlos hasta que se invente “algo nuevo”. Pero la sociedad occidental está muy atenta a que pueda surgir un sistema social y económico diferente. No sabemos de qué tipo. Atentos por si acaso, para aupar o para doblegar. Depende.

Sabemos que nos siguen engañando y de momento nos dejamos, pero es cuestión de tiempo el que se reaccione. O al menos esa es la esperanza.

La violencia no es la solución, pero sí lo es que tomemos responsabilidad de lo que hacemos, que sepamos tomar las decisiones personales que busquen la calidad de vida, que pongamos en valor la organización celular, la información y sobre todo la formación constante y por nosotros mismos.

Somos capaces de vivir mejor si queremos. Por mucho que todos esté montado para que no seamos capaces de querer. No les interesamos muy preparados, les interesamos justamente preparados para no quejarnos pero para ser excelentes en lo que a ellos les interese en cada momento. ¿Y a nosotros qué nos interesa?

Podemos vivir mejor si queremos. Aunque algunos no desean esto

El decrecimiento parecía inevitable para encarar la salida de la actual crisis global y compleja además de completa. Eso nos quisieron decir, para poder pagar las deudas e intentar ahorrar. Hemos vivido los primeros años del siglo XXI, falsamente en un crecimiento que parecía la panacea de todos los problemas. Nos habíamos engañado entre todos, creyendo que solo el crecimiento constante nos podía proporcionar la felicidad, el trabajo, la economía mejorada. Ahora estamos en el pozo del descreimiento simplemente porque todo lo que sustenta nuestros pensamientos sociales se ha hundido.

Ya no creemos en los bancos, tampoco en los gobiernos, En Europa, en la iglesia, casi tampoco en la familia, menos en el trabajo pues nos ha hecho dudar, en el consumo, en los medios de comunicación, en el esfuerzo imprescindible para buscar la excelencia. Todo está en duda y es lógico que para salir tengamos que reconfigurar muchas cosas.

No es posible trabajar como hace una década. No hay trabajo para todos. Y eso supone que el trabajo valga menos, tenga mucho menos valor. Aunque seamos capaces de producir mucho más por nuestras horas de trabajo. Los empresarios han aprendido a pagar menos, aquí y sobre todo fuera.

Así que ya no es posible consumir como antes y esto es una ventaja para salir de la actual situación. El mundo no puede soportar un consumo sin control en donde muchos más, consumimos cada uno mucho más. Hay un punto de no retorno. La sostenibilidad es inevitable y obligada en todas nuestras decisiones.

Ya no nos fiamos de los que gestionan la sociedad. Tenemos que soportarlos hasta que se invente “algo nuevo”. Pero la sociedad occidental está muy atenta a que pueda surgir un sistema social y económico diferente. No sabemos de qué tipo. Atentos por si acaso, para aupar o para doblegar. Depende.

Sabemos que nos siguen engañando y de momento nos dejamos, pero es cuestión de tiempo el que se reaccione. O al menos esa es la esperanza.

La violencia no es la solución, pero sí lo es que tomemos responsabilidad de lo que hacemos, que sepamos tomar las decisiones personales que busquen la calidad de vida, que pongamos en valor la organización celular, la información y sobre todo la formación constante y por nosotros mismos.

Somos capaces de vivir mejor si queremos. Por mucho que todos esté montado para que no seamos capaces de querer. No les interesamos muy preparados, les interesamos justamente preparados para no quejarnos pero para ser excelentes en lo que a ellos les interese en cada momento. ¿Y a nosotros qué nos interesa?

Hay varias formas de podar árboles

Esta imagen es de una avenida de Bruselas en Bélgica, en este invierno 2016. Los árboles están podados como se ve…, casi de una forma preocupante. Nada que ver con el tipo de podas que se hacen en algunas ciudades españolas, por ejemplo Zaragoza. Y se podrá decir que eso depende del tipo de árbol, a lo que sin duda se les puede responder que en Brugos se podan los mismos árboles que en Zaragoza no se podan casi, de una forma muy similar a Bruselas. Pero también se hace este tipo de poda en algunas localidades de la costa catalana. Y en todos los casos los árboles salen en la primavera con mucha fuerza, un tamaño de copas muy controlable, y ofreciendo una sombra al peatón, sin molestar para nada ni a los priemros pisos de los edificios.

Se me dirá, y aquí sí que debo callarme, que no es lo mismo podar mil árboles que 40.000. Y eso es cierto. Es cuestión de mano de obra, pero también de decisión política. En un país con tantos desempleados, no es acertado ir suprimiendo puestos de trabajo necesarios, por motivos económicos. ¿De verdad pensamos que es más económico y útil para un país tener cuatro millones de desempleados, que pagar con impuestos progresivos los trabajos públicos útiles que estas personas podrían hacer?

Hay varias formas de podar árboles

Esta imagen es de una avenida de Bruselas en Bélgica, en este invierno 2016. Los árboles están podados como se ve…, casi de una forma preocupante. Nada que ver con el tipo de podas que se hacen en algunas ciudades españolas, por ejemplo Zaragoza. Y se podrá decir que eso depende del tipo de árbol, a lo que sin duda se les puede responder que en Brugos se podan los mismos árboles que en Zaragoza no se podan casi, de una forma muy similar a Bruselas. Pero también se hace este tipo de poda en algunas localidades de la costa catalana. Y en todos los casos los árboles salen en la primavera con mucha fuerza, un tamaño de copas muy controlable, y ofreciendo una sombra al peatón, sin molestar para nada ni a los priemros pisos de los edificios.

Se me dirá, y aquí sí que debo callarme, que no es lo mismo podar mil árboles que 40.000. Y eso es cierto. Es cuestión de mano de obra, pero también de decisión política. En un país con tantos desempleados, no es acertado ir suprimiendo puestos de trabajo necesarios, por motivos económicos. ¿De verdad pensamos que es más económico y útil para un país tener cuatro millones de desempleados, que pagar con impuestos progresivos los trabajos públicos útiles que estas personas podrían hacer?

Plaza, urbanismo, arte y uso cómodo

El urbanismo está lleno de pequeños detalles que hacen amables las ciudades. Hay que crear paisajes con las calles y hay que decorar estos paisajes con mobiliario que ayude a crear amabilidad y uso. Y el arte es un elemento fácil y casi imprescindible para llenar espacios con pequeños toques de calidad.

Estas pequeña fuente está en una plaza dura de Bruselas. Es una plaza llena de edificios modernos, una plaza de paso entre dos zonas del centro de la ciudad, pero es una zona también de muchas oficinas. Y eso hace que esta zona sea muy utilizada para comer por los propios trabajadores de la zona. Para comer en la calle con sus propios bocadillos o pequeñas tarteras. Incluso en febrero, con todo el frío, como el momento en que se tomó esta imagen.

Para sentirse más cómodos hay bancos de diversa forma pero siempre cómodos, hay unos espacios agradables e incluso algo íntimos pero artificiales, pues la zona es de construcción dura, adaptando la plaza a sus usos ciudadanos. Sin duda en algunos meses esta zona, viendo que en invierno se utiliza por algunas personas para comer en media hora sobre los bancos para cambiar la vista de la oficina, estará llena de personas que bajen a comer con mejor tiempo.

En urbanismo nada tiene que ser inútil, y los vacíos muchas veces lo son.

Plaza, urbanismo, arte y uso cómodo

El urbanismo está lleno de pequeños detalles que hacen amables las ciudades. Hay que crear paisajes con las calles y hay que decorar estos paisajes con mobiliario que ayude a crear amabilidad y uso. Y el arte es un elemento fácil y casi imprescindible para llenar espacios con pequeños toques de calidad.

Estas pequeña fuente está en una plaza dura de Bruselas. Es una plaza llena de edificios modernos, una plaza de paso entre dos zonas del centro de la ciudad, pero es una zona también de muchas oficinas. Y eso hace que esta zona sea muy utilizada para comer por los propios trabajadores de la zona. Para comer en la calle con sus propios bocadillos o pequeñas tarteras. Incluso en febrero, con todo el frío, como el momento en que se tomó esta imagen.

Para sentirse más cómodos hay bancos de diversa forma pero siempre cómodos, hay unos espacios agradables e incluso algo íntimos pero artificiales, pues la zona es de construcción dura, adaptando la plaza a sus usos ciudadanos. Sin duda en algunos meses esta zona, viendo que en invierno se utiliza por algunas personas para comer en media hora sobre los bancos para cambiar la vista de la oficina, estará llena de personas que bajen a comer con mejor tiempo.

En urbanismo nada tiene que ser inútil, y los vacíos muchas veces lo son.

Tres años por robar 100 euros. ¿Es justo?

El titular es demoledor y a la vez parecerá justo pues todos queremos castigar a los ladrones. ¿Justo? Se ha condenado a tres años de cárcel a dos toxicómanos por robar 100 euros en una máquina de refresco dentro de un hospital. Ha existido el robo, incluso con todas las agravantes que se dicen. Como estoy seguro que habrá existido un mal abogado de oficio que habrá hecho la mejor defensa que sabe hacer.

Si por 100 euros condenamos a 2 personas a 3 años de cárcel…, ¿a cuantos años habría que condenar a los que se llevan cientos de miles sin ninguna necesidad? La justicia es así.

No es lo mismo pobreza que hambre. Las ciudades y sus problemas

Un barrio de la ciudad de Pune, India. El arquitecto reflexivo
¿Os gusta el Paseo Independencia de Zaragoza, la Gran Vía de Madrid, la New St de Birmingham, los Campos Elíseos de París, las Ramblas de Barcelona? Pues por cada una de estas calles maravillosas, existen en las mismas ciudades 100 calles que son horrorosas, muchas de ellas vacías, sucias, peligrosas, sin servicios. Barrios enteros que esconden la pobreza, pues ella misma tienda a esconderse.

La ciudades son maravillosas, tanto que (casi) todos los ciudadanos quieren irse a vivir a su interior. Añoran sus localidades anteriores y vuelven los días libres, pero desean ser y sentirse de ciudad. En España, en China o en Senegal. Puede que equivocadamente, pero eso depende del tipo de ayudas que reciben en los pueblos para lograr su independencia vital y económica.

Pero las ciudades necesitan crearse desde y hacia una calidad determinada, pues si no es así se convierten en todo lo contrario a lo que se necesita. Por eso las ciudades que ahora crecen hasta tamaños imposibles, se pueden hundir en su miseria a largo plazo.

Cuanto más pobre es una sociedad, más necesita una red de grandes ciudades para sobrevivir. Es mucho más sencillo sobrevivir —en estos tiempos— en una gran ciudad que en un pueblo. Diréis que no, pero lo diréis equivocadamente. La capacidad que tiene un pueblo para soportar un número medible de personas sin recursos es muy inferior al que tiene una ciudad.

En Madrid aproximadamente hay un 1.200.000 personas de población extranjera declarada. Sobre todo entre los 20 y los 40 años de edad. El 95% vivien entre la capital y su zona metropolitana. Casi un 19% de la población declarada de la Comunidad de Madrid son extranjeros. Las migraciones crean conflictos en localidades pequeñas y en cambios pasan mucho más desapercibidas en las grandes ciudades. Hablo de percentajes de movimientos migratorios.

¿Puede una ciudad como Alcañiz (por poner un ejemplo elegido al azar) con 16.333 habitantes, tener en su seno sin problemas de convivencia y de forma fácil, un total de 3.270 extranjeros? En realidad se acerca. Tiene 2.264 vecinos extranjeros. Tener mil más, sería un punto complicado de asumir.

Pero los extranjeros no son un dato válido para lo que hablamos. En la Comunidad de Madrid hay unas 90.000 familias en la pobreza más absoluta, en emergencia social. ¿Os imagináis en Alcañiz a 225 familias, hogares, en la misma situación de emergencia social? ¿Casi mil personas en una localidad de 16.000 habitantes, necesitando ayuda constante para sobrevivir?

Las personas que están en esta situación, dentro de las grandes ciudades, en general, son familias migradas desde zonas rurales. Y que en la ciudad lo están pasando muy mal. Pero que en sus zonas de origen, en las zonas rurales, serían un tremendo problema sin solución. No porque no sea capaz de asumir mucho mejor las ayudas sociales las zonas rurales, que sin duda lo son, sino porque estadísticamente se colapsan mucho antes y en un porcentaje mucho menor que en las ciudades. No hablo de números totales, sino de porcentajes sobre la población.

No confundir pobreza con hambre. Son dos conceptos muy distintos, aunque uno se contenga en el otro. El hambre es más sencillo de resolver en las localidades pequeñas. La pobreza NO.

Incluso a las sociedades y sus gobiernos les resulta más sencillo crear redes de apoyo sanitario, educativo, de acción social, de formación para el trabajo, de control de problemas, de seguridad o de apoyos habitacionales en una gran ciudad que en todas las pequeñas localidades si se mantuvieran viviendo en ellas. Y se ha demostrado, que los propios vecinos de las pequeñas localidades, increíblemente potentes para ayudar a sus vecinos nativos, las comunidades pequeñas se agotan mucho antes a la hora de ayudar a los migrantes.

No es lo mismo pobreza que hambre. Las ciudades y sus problemas

Un barrio de la ciudad de Pune, India. El arquitecto reflexivo
¿Os gusta el Paseo Independencia de Zaragoza, la Gran Vía de Madrid, la New St de Birmingham, los Campos Elíseos de París, las Ramblas de Barcelona? Pues por cada una de estas calles maravillosas, existen en las mismas ciudades 100 calles que son horrorosas, muchas de ellas vacías, sucias, peligrosas, sin servicios. Barrios enteros que esconden la pobreza, pues ella misma tienda a esconderse.

La ciudades son maravillosas, tanto que (casi) todos los ciudadanos quieren irse a vivir a su interior. Añoran sus localidades anteriores y vuelven los días libres, pero desean ser y sentirse de ciudad. En España, en China o en Senegal. Puede que equivocadamente, pero eso depende del tipo de ayudas que reciben en los pueblos para lograr su independencia vital y económica.

Pero las ciudades necesitan crearse desde y hacia una calidad determinada, pues si no es así se convierten en todo lo contrario a lo que se necesita. Por eso las ciudades que ahora crecen hasta tamaños imposibles, se pueden hundir en su miseria a largo plazo.

Cuanto más pobre es una sociedad, más necesita una red de grandes ciudades para sobrevivir. Es mucho más sencillo sobrevivir —en estos tiempos— en una gran ciudad que en un pueblo. Diréis que no, pero lo diréis equivocadamente. La capacidad que tiene un pueblo para soportar un número medible de personas sin recursos es muy inferior al que tiene una ciudad.

En Madrid aproximadamente hay un 1.200.000 personas de población extranjera declarada. Sobre todo entre los 20 y los 40 años de edad. El 95% vivien entre la capital y su zona metropolitana. Casi un 19% de la población declarada de la Comunidad de Madrid son extranjeros. Las migraciones crean conflictos en localidades pequeñas y en cambios pasan mucho más desapercibidas en las grandes ciudades. Hablo de percentajes de movimientos migratorios.

¿Puede una ciudad como Alcañiz (por poner un ejemplo elegido al azar) con 16.333 habitantes, tener en su seno sin problemas de convivencia y de forma fácil, un total de 3.270 extranjeros? En realidad se acerca. Tiene 2.264 vecinos extranjeros. Tener mil más, sería un punto complicado de asumir.

Pero los extranjeros no son un dato válido para lo que hablamos. En la Comunidad de Madrid hay unas 90.000 familias en la pobreza más absoluta, en emergencia social. ¿Os imagináis en Alcañiz a 225 familias, hogares, en la misma situación de emergencia social? ¿Casi mil personas en una localidad de 16.000 habitantes, necesitando ayuda constante para sobrevivir?

Las personas que están en esta situación, dentro de las grandes ciudades, en general, son familias migradas desde zonas rurales. Y que en la ciudad lo están pasando muy mal. Pero que en sus zonas de origen, en las zonas rurales, serían un tremendo problema sin solución. No porque no sea capaz de asumir mucho mejor las ayudas sociales las zonas rurales, que sin duda lo son, sino porque estadísticamente se colapsan mucho antes y en un porcentaje mucho menor que en las ciudades. No hablo de números totales, sino de porcentajes sobre la población.

No confundir pobreza con hambre. Son dos conceptos muy distintos, aunque uno se contenga en el otro. El hambre es más sencillo de resolver en las localidades pequeñas. La pobreza NO.

Incluso a las sociedades y sus gobiernos les resulta más sencillo crear redes de apoyo sanitario, educativo, de acción social, de formación para el trabajo, de control de problemas, de seguridad o de apoyos habitacionales en una gran ciudad que en todas las pequeñas localidades si se mantuvieran viviendo en ellas. Y se ha demostrado, que los propios vecinos de las pequeñas localidades, increíblemente potentes para ayudar a sus vecinos nativos, las comunidades pequeñas se agotan mucho antes a la hora de ayudar a los migrantes.

Contra el Sistema. Pero desde dentro

Sustituir las ideologías por marcas blancas de lo mismo pero con disimulo, es peligroso, pues sobre todo mareamos al personal y todavía deja de creer más y más en todo lo que rodea al Sistema. 

Para cambiarlo es necesario que se crea en él, tanto desde los que mandan como desde los que en la base, deben saber empujar. 

Creer en él, no supone admitirlo, menos todavía abrazarlo. 

Supone creer y conocer, y esto se puede hacer desde la fase y posición más crítica a la más benevolente con lo que se hace. 

Querer derribar el sistema sin conocerlo bien, sin saber qué tiene de bueno, para al menos intentar convencer de que los cambios serán admitidos y nunca habrá vacío, es fundamental en el posibilismo. 

El resto es revolución…, que también existe…, pero a la que yo no me apunto.

Contra el Sistema. Pero desde dentro

Sustituir las ideologías por marcas blancas de lo mismo pero con disimulo, es peligroso, pues sobre todo mareamos al personal y todavía deja de creer más y más en todo lo que rodea al Sistema. 

Para cambiarlo es necesario que se crea en él, tanto desde los que mandan como desde los que en la base, deben saber empujar. 

Creer en él, no supone admitirlo, menos todavía abrazarlo. 

Supone creer y conocer, y esto se puede hacer desde la fase y posición más crítica a la más benevolente con lo que se hace. 

Querer derribar el sistema sin conocerlo bien, sin saber qué tiene de bueno, para al menos intentar convencer de que los cambios serán admitidos y nunca habrá vacío, es fundamental en el posibilismo. 

El resto es revolución…, que también existe…, pero a la que yo no me apunto.

Habéis visto el paisaje de la izquierda. Es el desierto

Que en estos momentos en Europa y España NO esté gobernando con tranquilidad y absolutas mayorías…, la izquierda, es la demostración más clara que desde la sociedad progresista con responsabilidades sociales y políticas lo hemos hecho muy mal en los últimos ocho años. Y hay que decirlo con fuerza y responsabilidad.  

Somos nosotros los que hemos propiciado desde la izquierda que el mundo occidental esté gobernado por la derecha en los tiempos de crisis.

La crisis la creó el sistema capitalista desde sus laboratorios. La han aprovechado ellos mismos para hacerse con todas las plusvalías que ha generado en estos ocho años la propia crisis. Ha colocado en una situación mucho peor a todos los demás que somos de clase trabajadora aunque nos convencieron de que éramos de clase media, y que somos los que realmente hemos sufrido la crisis y la estaremos pagando muchos años.

Pero nos han convencido por activa o por pasiva, que la única salida la tienen los mismos que han creado esta situación.

Admitamos esto, y ahora pasemos a ver qué se puede hacer.

Hoy me han dicho que la izquierda además de burócrata es burguesa. Está desunida y en realidad no sabe a dónde va. Por no saber, no sabe qué es. Y me lo ha dicho una persona de izquierdas de larga trayectoria.

Si nosotros desde la izquierda, no sabemos qué somos, es imposible transmitir a la sociedad qué somos.

Y la sociedad sólo se acerca a quien identitariamente se le parece. No tanto ideológicamente como en identidad social. 

Si no somos capaces de mandar a ltoda la sociedad una imagen clara y limpia, compuesta sobre todo de una pedagogía inmensa que transmita que SÍ sabemos qué somos…, toda la sociedad nos obviarán.

Hay que aclarar qué somos. Qué queremos seguir siendo.

Todas y cada una de las organizaciones políticas y sociales, deben responderse qué somos. La derecha sabe perfectamente qué es. Y a quien no lo tiene claro dentro de cada organización conservadora, le enseñan la puerta de salida. Y siguen sonriendo.

Definir qué somos, es simplemente decidir qué somos. Decidir antes de definir.

Pero queremos ser ambivalentes para acceder a más espacios. Incluso para tener más militantes. Pero con ello lo único que hacemos es crear conflictos internos sin solución y no saber explicar nuestras posturas, por miedo a crear conflictos. 

¿Os parece esto sencillo?
¿Os parece que esto ya está muy claro?
¿Que quien no lo tiene claro soy yo?












Preguntarlo en la calle, y veréis que NO. La sociedad ha dejado de votar a la izquierda. Los militantes de izquierda han dejado de creer en la izquierda. Los activos militantes de la izquierda están tan liados, que ahora muchos de ellos trabajan en organizaciones sociales aledaños a la política…, pero sin ataduras políticas.

Como dice Sabina, seguimos viviendo en la Calle Melancolía, pero ahora nos dedicamos a lamernos las heridas y a mirar de reojo a la derecha, que sigue emborrachada de éxito.

Si preguntamos a la sociedad progresista activa, quien es de derechas y quien es de izquierdas, tendrán tantas dudas que será imposible realizar un estudio completo.

A la izquierda activa, si.

A la pasiva que debe ser más inteligente, ya le entró la melancolía política en los años 80. 

¿Y con esos maderos, a donde queremos ir?

Estoy cansado de escuchar que el PSOE es de derechas. Digo cansado por no decir harto. Hay muchos militantes del PSOE que son más de izquierdas que yo. Y militantes del PSOE que son auténticos borregos del sillón atado al culo. Podría decir lo mismo de IU, de CHA o ya incluso de Podemos. Todos son de izquierdas, porque la historia que los fundó era de izquierdas. Otra cosa es que tontos de baba rompan con la historia.

Es verdad que la izquierda es en gran parte burguesa. En mucha gran parte. Hoy a diferencia de los años 70 y 80, ves pocos trabajadores de taller entre la izquierda activa. Los sindicatos no existen fuera de sus despachos de grandes empresas. La calle la toman los funcionarios mientras los obreros de menos se quedan en casa, y los intelectuales ni hablan ni oyen.

¿Y qué hacemos para evitarlo? Pues muy poco…, y lo digo así, para ser blando. Claro que…, tenemos la obligación de hacer mucho más. Y si no lo hacemos somos responsables por estar o por no dejar que estén otros.

El espectáculo de la izquierda es tremendo. No se podría haber diseñado peor este momento actual. Tan tontos somos, que todos nosotros estamos demostrando que somos inútiles, prescindibles. Yo el primero.

Si la sociedad no es capaz por sí sola de crear sustitutos que nos echen de la casa política a hostias suaves en el cogote, al menos deberíamos tener la dignidad de abandonar el puesto en manos de otros diferentes, pues aunque no sean mejores, es casi seguro que peores no serán. Tengamos al menos la dignidad de saber elegir a los que nos van a recambiar.

¿Somos capaces de pensar en el futuro? ¿De imaginarnos quién habitará el futuro?