Estoy viendo a Melchor Millares escribiendo su próximo artículo en: "El Andén" de Atocha mientras espera un Ave a Barcelona. Se los curra en un iPad como a veces yo, que debe ser en lo único en lo que nos parecemos.
Siempre me ha parecido un periodista valiente y osado aunque no coincido con sus planteamientos, como es lógico además. Lleva los Reyes en una gran bolsa del Corte Inglés, o no, pero no sé si son los recibidos o los por regalar. Con todo es grande y caben de todo. Deben ser los regalos que le han sobrado de esta noche de Reyes, que ser Melchor siempre impone y es original.
Está ensimismado corrigiendo lo escrito y él no sabe que también estoy escribiendo mientras lo nombro. Son cosas del secreto roto. El perro de la imagen que se le acerca a olerlo no es de él y lo mira con el rabilla no vaya a meársele en la pantorrila, mientras Melchor no levanta del todo la vista del aparato no vayamos a reconocerlo los demás, que eso siempre jode.
Se dirige hacia Cataluña sabiendo que le espera el caos, la incertidumbre, el trabajo, la seguridad de que tiene por delante otros cuatro años más para opinar y poder republicar ideas sin descanso, pues otra cosa no, pero los catalanes dan un juego a los periodistas de gozo eterno. Hoy comerá en su tierra y redibirá las últimas pulsaciones del barullo. Mañana lo leeré y sabré que esa opinión la escribió con un abrigo verde, que no sirve de nada saberlo, pero al menos le pondré color al texto.