Ayer tuve la oportunidad de saludar y hablar unos segundos con el Padre Ángel en su iglesia, un santo lugar sin puertas, una iglesia diferente a todas, donde la bondad se entiende con suma facilidad por cualquier ser humano que se acerque. Sobre los bancos de la iglesia había mantas y colchonetas, carteles con mensajes como los que yo conocí en aquellas iglesias de los años 70. Y en una habitación abierta a la calle dos voluntarios terminaban un enorme caldo de cocido que esperaban medio centenar de personas tranquilamente mientras charlaban entre ellos. La iglesia dice que está abierta durante todo el día y lo cierto es que sin duda en ella quien quiera entrar puede dormir. Hay mesas, sillones, zonas para estar reunido y hablando, lugares para rezar y para ayudar.
Yo hoy no soy cristiano practicante. Mis años cerca de una iglesia y de la otra, la de los frailes y la de los curas comunistas, me enseñó que era imposible que ambas iglesias fueran amigas y del mismo Dios. Así que me maree y decidí apartarme.
El Padre Ángel trasmite santidad, que es esa sensación ajena a la religión que sólo son capaces de trasmitir los santos sociales. Los bondadosos transmisores de amor. Su forma de saludarte, de apretarte la mano sin soltarla, su sonrisa y su figura, todo unido, te atrapa sin dudar. Escucha y sólo después habla, no siempre con palabras sino con miradas y gestos, con movimientos de cabeza o de los ojos. Es como un obediente repartidor de amor hacia todo el que se acerca, sea quien sea, venga con la intención que venga. Estaba paseando por la iglesia y por la calle, hablando con todo el que se acercaba a él, interesándose por los problemas de una persona en concreto. Nosotros solamente le dimos las gracias por su enorme trabajo. Y él nos respondió con unas frases muy interesantes. Las palabras son lo de menos, quedan entre nosotros y como es lógico suponer no nos pidió nada. Él es mucho más inteligente que eso. Pero su gran labor es ejemplo triste de lo que esta sociedad está apartando y que sólo recogen personas como él y desde la comprensión casi imposible, gentes bondadosas que intentan multiplicarse. Aquello es un hogar de los que no tienen hogar fuera de allí, con todo lo que debe contener un hogar, incluido como no, el amor.