Gestionar equipos de forma válida es muy complicado

Creo que es muy sencillo entender cómo la prepotencia de una sola persona puede cambiar el futuro de un país (que es simplemente un gran equipo de muchas personas), el destino de millones de personas que vivirán dentro de un tipo de políticas o de otro bien distinto, según las decisiones del prepotente, incluso aunque no toque poder directamente. En muchas ocasiones, para el futuro de las sociedades, tan importante es el SI como el NO. Y no me estoy refiriendo a dictadores.

Pablo Iglesias es un ejemplo cercano en el teimpo pues hemos visto con claridad que no ha sabido gestionar el éxito, un síndrome que sin duda ya es bien conocido en sociología o en psicología social. Tan importante es saber asumir y gestionar personalmente el fracaso como el éxito. Para uno mismo si la situación es totalmente personal, o para todos los que se ven afectados por sus propias decisiones una vez que el fracaso o el éxito se ha convertido en una realidad que hay que saber asentar, resolver, gobernar sobre todo en lo personal. Lo personal se puede convertir en social, según tu propia responsabilidad. Nadie somos un sólo individuo, cuando tenemos es más mínimo poder, la más mínima responsabilidad.

Hemos asumido que el crecimiento de Podemos es un éxito colectivo, y es cierto, pero el fracaso puede ser un acto personal, de muy pocas personas cuando no de una sola, que no haya sido capaz de edificar desde el éxito aquello que se necesitaba. Es muy sencillo crear Círculos o Equipos para hacer de encofradores de una gran obra, pero si no hacemos Círculos o Equipos de aparejadores, de arquitectos, de incluso fontaneros, el edificio nos saldrá torcido y con serias posibilidades de no encontrar comprador. Se nos hundirá, sea un edificio de cemento o de personas.

Formar equipos es mucho más complicado de lo que parece a simple mirada exterior. Sobre todo porque en muchos casos (casi todos) se dice adorar los equipos como sistema de gestión, abriendo la boca sobre nuestra decisión inequívoca de que deseamos crear equipos que trabajen con nosotros, donde todos seamos iguales para poder sumar, pero la realidad tozuda es la contraria. NO queremos formar equipos por miedo, sobre todo por miedo a perder el poder, además de por miedo a saber gestionarlos.

Gestionar bien un equipo es mucho más complejo que gobernar desde la prepotencia y el poder del líder inequívoco, sea una empresa o un país, aunque pensemos que gobernar desde equipos es más sencillo pues se suma, se apoyan, se trabaja de forma más capaz y sencilla. 
 
Pero todo equipo necesita algo fundamental: Querer trabajar en equipo y saber formar equipo y gestionar las diferencias. Si las discrepancias en un equipo se tratan como divergencias que hay que cortar y pulir, podar o ningunear, eso no es un equipo, es un mal invento que conduce primero al color gris y a continuación al hundimiento, pues ni se trabaja en equipo ni se trabaja desde el liderazgo asumido por todos. 
 
Un equipo es mucho más que decir que se trabaja en equipo, muchas veces es una decisión callada y escondida, capaz de tener diversas velocidades y presentaciones ante la sociedad para la que se trabaja. Cuando en poco tiempo varios integrantes del equipo se dan de baja efectiva o moral, las posibilidades de que nos metan muchos goles aumentan demasiado. Es cuando en el deporte se opta por cambiar de entrenador.