¿Qué pensarán de Europa estos cuatro niños cuando sean adultos? Depende de ahora |
A Europa están llegando miles de personas que escapan de la guerra de Siria y de zonas de conflictos en Irak, Libia, Afganistán, Eritrea y en otros países de la zona, seres humanos como nosotros que necesitan una respuesta colectiva y compartida para acoger, atender y respetar los derechos básicos de todas aquellas personas que llegan a Europa, para darles el cobijo, la seguridad, el calor y los servicios básicos que les correspondan, mientras no puedan retornar libremente y seguros a sus respectivos lugares de origen, dentro de las más elementales obligaciones de aplicación de los acuerdos internacionales sobre el respeto de los Derechos Humanos y al Derecho de Asilo reconocido universalmente.
Grecia está soportando en grado extremo las consecuencias de las decisiones de Europa sobre este tema, por las omisiones de servicio humanitario que hasta el momento han tomado las instituciones europeas ha adoptado hasta ahora.
No podemos condicionar la respuesta europea a la insolidaridad y la reacción negativa e inaceptable de los ciudadanos europeos que viven con odio y/o incertidumbre la llegada de personas extranjeras. Sus temores no provienen del miedo al otro, sino que son fruto de la precariedad social y económica que también nosotros sufrimos y que tiene una relación directa con la situación de crisis causada por la errónea política de austeridad y destrucción de servicios públicos que se ha impuesto en Europa desde el estallido de la crisis financiera y social de 2008.
Debemos dar los servicios básicos a las personas que buscan refugio en Europa, que ya están en uno u otro país en condiciones al límite de la dignidad; los que llegan a diario empujadas por la desesperación a uno u otro punto de entrada a Europa; los que esperan en la frontera de Siria con Turquía huyendo de la guerra que les ha expulsado de sus ciudades y hogares, y a todos los que estén ya en la Europa Unida o se esfuercen por llegar, soliciten asilo y protección por el tiempo que las guerras en su país les impiden volver a sus hogares, sus ciudades.
No se puede diseñar un acuerdo bilateral entre la Unión Europea y Turquía contrario a los Derechos Humanos y a las Leyes internacionales, para evitar la llegada a territorio europeo de nuevos refugiados y para fabricar procesos inmediatos y colectivos de repatriación forzosa de ciudadanos llegados a Europa y demandantes de asilo. Hay que trabajar con Grecia y Turquía para resolver las condiciones indignas y contra su voluntad, a miles de ciudadanos en busca de asilo, que huyen de la violencia contra sus vidas o sus futuros, ayudando a estos dos países para que puedan hacer posible estas ayudas con apoyos técnicos y con ayudas económicas y sociales.
Se deben crear programas de acogida solidaria, humanitaria, a la altura de esa Europa en la que creíamos todos hasta hace unos años, que ayude a las personas en su seguridad, su salud, su bienestar básico y humanitario, mientras se trabaja en la pacificación de las zonas en conflicto.