Los jóvenes estudiantes universitarios de Aragón no están dispuestos a montar su propia empresa, a innovar o a emprende, y prefieren con diferencia hacer oposiciones, convertirse en funcionarios, tener un trabajo fijo para toda la vida, como mejor seguro laboral. Y el porcentaje de universitarios aragoneses que así lo deseas, es superior al resto de las universidades españolas.
Un amigo de la familia lleva cinco años opositando en Madrid para una plaza en el Banco de España. Licenciado en n económicas, sus costes de preparación son infinitamente superiores a los de la carrera, muy superiores a un master en Reino Unido, a unos años de preparación y prácticas en cualquier país europeo o americano.
Sus posibilidades son mínimas. No depende de su formación, de su inteligencia o deseos. Si el número de jóvenes que opositan es 100 veces superior al de las plazas que salen cuando quieren salir, sólo uno de cada 100, el que mejor memoriza el temario, obtiene el seguro de vida y cuando quiere el gobierno de turno. Mientras tanto hay que pagar la excelente academia madrileña, la pensión y los viajes, y no se trabaja en nada.
Los jóvenes deben replantearse si hacer oposiciones en el siglo XXI es lo lógico, es lo mejor. Desde luego no es lo más fácil, ni es lo que garantiza el éxito personal. Es una salida complicada y de la que a veces abusan demasiado toda una cadena de favores económicos en forma de negocio formativo.