José Luis Martín Vigil fue un jesuita asturiano, escritor para jóvenes, que en los años 70 marcó sin duda las formas de encarar la nueva vida a muchos adolescentes que empezamos a leer a través de sus libros, que sin duda nos marcaron para el futuro. Yo fui de esos adolescentes que ávidos de lecturas fáciles, acudía a la biblioteca en busca de nuevas formas de conocer la sociedad, cuando no era nada fácil saber qué era aquello de los curas comunistas, de los mineros esclavos, de la droga entre los jóvenes, de un beso entre semejantes, de la homosexualidad como una realidad escondida, etc.
Se secularizó en el año 1957, posiblemente empujado por su decisión personal de ser homosexual que aun sabiendo debía seguir escondido, quería escapar en búsqueda de esa libertad de no pertenecer a nadie. Como todo jesuita que se precie, pasó de ser admirado por el franquismo tardío a ser repudiado por los mismos, al entrar en sus libros temas nada benevolentes con la dictadura, el sistema laboral o legal, la policía y el sexo. No se logró adaptar al proceso de la Transición, cayó en el olvido empujado también por algunas denuncias sobre pederastia que nunca se probaron, y murió en una residencia de Madrid a los 91 años, totalmente olvidado.
Antes había dejado más de 20 libros, muy vendidos y leídos, con títulos tan conocidos en aquellos años como: La vida sale al encuentro, La muerte está en el camino, Primer amor primer dolor, Los curas comunistas, Sexta galería, Cierro olor a podrido, Un sexo llamado débil, La sociedad contra Miguel Jalón, No hay lugar para inocentes, Cierto olor a Podrido, Muerte a los curas, Sentencia para un menor, La droga es joven o El sexo de los Ángeles.
Su forma de escribir ayudaba a ser leído, pues contaba historias fáciles pero muy bien planificadas, muchas veces con doble intención, y que encaraban los problemas que en esos momentos estaban en ebullición dentro de las cabezas de muchos de los adolescentes de la dictadura. La amistad, el compartir, la solidaridad, la igualdad entre sexos (dentro de un orden del año 1960) o el respeto al diferente eran temas bien tratados, por un profesor de los jesuitas, que nunca (creo) intentó adoctrinar a nadie a través de sus libros, pero sí reflejar esa sociedad española que ya empezaba a cambiar a finales de los años 60.