Que se junte el espacio y el tiempo en unos instantes de una plaza, no es sólo casualidad..., pero no sé qué es. José Manuel es un marianista con el que hice buena amistad en mis trabajos políticos. Se tuvo que ir a Cuba hace ya seis años y sabía que volvía a España este verano para quedarse en Logroño. Me lo he encontrado sentado en un banco de una plaza junto a su hermana. Yo soy de Zaragoza y el encuentro casual ha sido en San Sebastián a donde he llegado hoy. Esas uniones casuales o no, del espacio tiempo, causan estupor cuando menos.
El encuentro ha sido emocionante, muy amistoso, abrazador y con su dosis de estupor. Sabíamos de nosotros, pero coincidir dentro de la casualidad, es curioso. Muy curioso. Su enorme trabajo en Cuba sé que ha sido duro. Pero gratificante. No se trataba de vender religión en simple, sino de trabajar la educación y la sanidad desde las relaciones humanas, dentro de lo complicado de un país en evolución lenta hacia la democracia occidental, donde la religión es muy complicada de practicar sobre una mezcla de múltiples formas a veces casi hechiceras, pues él ha trabajado en pueblos y localidades pequeñas.
Los primeros contactos con José Manuel fueron sencillos por nuestras personalidades, pero algo complejos por los problemas que casi se resolvieron muy bien. Pero seis años para nosotros son excesivos. Nos queda todavía mucha mecha y bastante energía, pero cuando recuerdo el tiempo pasado sí me doy cuenta que nada pasa de vacío, que todo va dejando huella y a cambio se lleva energía.