Las Clases Pasivas es un nombre sacado de la manga para referirse a los mayores —cuando no considerados ancianos o viejos—, que han acabado su vida laboral. Peyorativa y mentirosa, a la vez que desafortunada formas de hablar de nosotros y que deberíamos revertir entre todos. Los primeros interesados, los que ya no trabajamos y superamos los 60, pero tenemos ganas de dar mal. O bien. Hay que pelear porque las clases pasivas se vuelvan las Clases Activas.
Pero no son clases activas aquellas que se dedican a cuidar de los nietos, lo siento por vosotros, que sois mayoría. Cuando me refiero a revertir este concepto entre pasivo y activo; mi deseo se traslada a que los mayores de 60 empecemos a trabajar duro por explicar nuestra experiencia acumulada, como se hace en muchas otras sociedades. Por cierto, que llevan miles de años haciendo lo mismo y no les va mal, pues ir bien es simplemente ser más felices.
Tenemos que ser más activos, pero no como aprendices de cuidadores de niños, sino como maestros industriales o de vida, lectores y pensadores, creadores y entrenadores, gentes que además de no estar muertos —todavía— estamos con ganas enormes de incidir en la sociedad que vamos a dejaros a vosotros. Personas que compartimos, que regalamos, pero ojo, que no regalamos como impertinentes pesados, sino como personas que ya han superado la vida y ahora nos encontramos intentando entenderla mientras vamos en búsqueda de la muerte, con naturalidad y sin dramas. Tú también te vas a morir, tranquilo, pero no hay que pensar en eso, pues no sirve de nada.
Decía alguien que la persona y la muerte son incompatibles, que nunca nos juntaremos el YO con la muerte. Cuando ella venga me iré yo, y mientras esté yo, ella ya sabe que no puede venir.
Volvamos al meollo. Ser cuidadores de nietos es muy bonito. Pero es malo no saber utilizar el valor acumulado de esas partes de la sociedad que ya estamos bajando las escaleras. No somos inútiles, no somos meros garajes contenedores ni limpiadores de mocos. O somos mucho más que eso…, o no debemos querer ser esa nada en la que nos convierte la sociedad por su funcionamiento equivocado. Ser abuelo contenedor o garaje es un error para la sociedad. Y luego lo es para el abuelo y su libertad personal y su descanso merecido. Y a la larga para los hijos de los abuelos, que verán empobrecida la sociedad, aunque ahora se rían de estas palabras.