En estos tiempos en los que muchos dicen que los políticos somos unos incapaces —yo sin duda lo soy— me viene a la vieja mente otros políticos que además de haber realizado una inmensa labor en todo el mundo, conocida o secreta, son unos grandes desconocidos de la actualidad y sobre todo de las generaciones más jóvenes. Y me estoy refiriendo como se habrá podido detectar si tienes más de medio siglo o se ha visto la imagen de arriba, a Javier Solana.
Ministro de Cultura, de Educación y Ciencia, de Exteriores, Portavoz del Gobierno de Felipe González, Secretario General de la OTAN, Representante Europeo y máximo cargo de Política Exterior y Seguridad Común durante 10 años, Jefe de las EUFOR en los mismos años, miembro del Consejo de la Unión Europea, y sobre todo negociador en innumerables conflictos armados, de política exterior, de gobernanza mundial y liderazgo social. Premio Carlomagno, Caballero del Toisón de Oro, y innumerables reconocimientos, premios y distinciones a nivel europeo sobre todo.
Tiene un gran problema, sin duda, nació en 1942. Lo cual viene a colocarnos en la tesitura de si: Políticos jóvenes y nuevos o Políticos viejos y ancianos. Otro tremendo problema que tampoco sabemos resolver. La mediocridad no tiene edad, la excelencia tampoco. La experiencia en cambio sí. Y en política como en otras grandes actividades de la vida, la experiencia es mucho más que un Grado, que incluso un PostGrado. Es sobre todo la diferencia entre lo bueno y lo mejor.
Javier Solana es sobre todo un negociador. Un creador de soluciones, una persona bregada en mil situaciones muy complicadas donde la vida de miles de personas eran moneda de cambio. Es una persona que sabe separar de las mesas lo que estorba, para dejar solo lo que interesa para acercar posturas. No le interesa qué separa a las partes, sino qué las acerca, de qué manera se pueden afianzar esos puntos en común, para lograr acuerdos.