Ante la duda cada vez más contundente de que la izquierda política en España está fuera de cobertura pero todavía no apagada, debemos analizar por un momento si esto mismo sucede con el resto de izquierdas que viven en la sociedad. Es decir, la izquierda social, la sindical, la intelectual o la cultural. Y aquí, lo que vemos enseguida, es un cansancio tremendo, un agotamiento de que muchas veces sean empleados estos símbolos personales del progresismo social para afianzar la izquierda política, sin mucho respeto y con fricciones claras, cada vez que esa izquierda al margen de la política, intenta opinar o posicionarse.
No existe un acercamiento entre “las” izquierdas en España. Se habrán podido unir en una candidatura para formar dos frentes diferentes contra los conservadores —PSOE y Podemos— pero sigue habiendo muchas izquierdas y todas diferentes y separadas, aunque estén apuntadas sólo en dos papeles diferentes. Todas las izquierdas, —y son muchas— las que se han agrupado alrededor de un objetivo común —ir contra el PSOE, es decir contra la otra izquierda— no han sido capaces de unirse para nada más que para eso. Las Mareas de Galicia, el papel de Podemos en Valencia o Cataluña o la suma del voto en junio entre Podemos e IU, nos indica que las diferencias entre todos ellos se han acrecentado al acercarse a trabajar juntas las diversas izquierdas. No han sido capaces de diseñar ni una sola idea nueva, ni un planteamiento nuevo, ni un objetivo común que haga de pegamento ideológico. Sí, somos de izquierdas como concepto ¿Y qué nos une más? ¿Ir contra la derecha? Pues eso es tan poco, que la sociedad no lo compra.
Con estos mimbres esperar que la izquierda social o intelectual se clarifique en sus posicionamiento y apoye a la izquierda política…, es absurdo e imposible. Así que se mantienen al margen, lo cual es una pérdida clara y dolorosa de lo que puede aspirar desde la izquierda en estos años. Mientras suceda esto en Aragón, también sucede en España, pues somos los aragoneses el termómetro social de todas las medias, y lo sabemos todos, aquí y allá. Toca pues replantearnos qué hacer.
Falta un líder de izquierdas que tenga carisma para ser respetado, que tenga ideas sociales nuevas, que demuestre una capacidad de resolver —que hasta ahora nadie lo está demostrando— y que agrupe de verdad todas esas izquierdas la margen de la política, pues al final esta izquierda política se tendrá que unir a la social, a esos nuevos conceptos progresistas de ideas nuevas, o nos quedaremos sin futuro los progresistas. Mientras no surja una persona nueva —o vieja, o equipo, o concepto— que sepa aglutinar toda la energía, el músculo de la izquierda, no lograremos nada. Seguimos escuchando tonterías que confunden, que caminan hacia el empobrecimiento mental y real de la política.
Ayer mismo y en Aragón, una organización política de izquierdas volvió a solicitar otra bajada en los sueldos políticos de las Cortes de Aragón. No parecen entender absolutamente nada. Confunden por ignorancia el valor con el precio, el sueldo con la capacidad, la derecha con la izquierda. La derecha estaría encantada con esta propuesta. Se ríen de estos planteamientos, aunque disimulan, pues ellos preferirían la política griega de hace 2.000 años para que sólo los que no dependen de su sueldo de trabajador por cuenta ajena se puedan dedicar a la política. Este partido de izquierdas apuesta por llenar las Cortes de Aragón de personas dispuestas a cobrar menos que un profesional liberal, que un empresario, que un gerente de una mediana empresa. Que la izquierda plantee esto como una buena idea, nos demuestra de donde salen y a donde quieren llevar la política. Sin duda a la excelencia NO. Sin duda su desconocimiento de lo que sucede en las empresas, en esa calle que ellos no conocen, tampoco. Hay mucha más sociedad que aquella que necesita ayuda con urgencia, y hay que conocer al contrincante de una partida deportiva, si queremos ganarle. Conocer las enfermedades, no basta para saber qué tratamientos hay que dar al problema.
La izquierda debe exigir que los políticos que representen a la sociedad menos favorecida, sean los mejores de la sociedad que quieran defender a los débiles, que sean más políticos profesionales, con más excelencia en su currículo personal, con más capacidad. Debemos sacar del debate político el coste de la política, pues eso afecta sobre todo y negativamente a la izquierda. Si la izquierda se dedica a hablar de 200 euros al mes en vez de hablar de 4.000 millones de inversión o de cambiar leyes educativas, está equivocándose. La sociedad cae en la trampa de los 200 euros, un marco mental perfectamente diseñado. Y quien caiga en esa trampa no debe seguir en política, pues además tampoco es de izquierdas. Ser de izquierdas es (debe) lograr ser eficaz a favor de los que más lo necesitan.