En el barrio de Usera de Madrid está el Parque de Olof Palme, un clásico ejemplo de lo que debe ser un pequeño parque público de Distrito, aunque muy cerca tengan otro mucho más grande —el parque Campolongo, del que hablaremos en otra entrada—, lo que no es habitual en muchas ciudades, tener dos parques tan cercanos entre ellos. Parque situado entre dos barrios para dar servicio a los ciudadanos de Usera, Zofío e incluso Opañel.
Pero no siempre fue el Olof Palme un modelo de parque, sino muy al contrario, un modelo de lo que nunca debe ser una zona verde. Un lugar de descuido, de botellón constante y de prácticas no recomendables. En su construcción se utilizó un pequeño montículo de la zona, configurando el parque en alto y con un relieve muy bien empleado si se le da el valor de parque, pero con serios inconvenientes si se emplea para otros servicios más escondidos. Para evitarlo sólo se conoce la vigilancia, la limpieza y el mantenimiento.
Hoy, en 2016, es un parque que sobre todo es muy utilizado por familias jóvenes con niños pues dispone de diversos elementos muy utilizados. Bien dotado de mesas y bancos, de juegos, de incluso una zona para hacer patinaje y skate, fuentes y zonas verdes para estar tranquilos y en sombra en los duros veranos de Madrid.
De sus más de 46.000 metros cuadrados, se actuó sobre unos 10.000 hace nueve años, para dignificar la parcela y evitar que aquella zona verde terminara en muy malos usos público. Y se acertó en cambiar parcialmente el diseño de uso, y en dotar de más vigilancia a la zona, a lo que también contribuyó el derribo de algunos edificios conflictivos de calles cercanas.