El Tratado de la Unión Europea o Tratado de Maastricht del año 1992 supuso la puesta en funcionamiento de una nueva concepción de la Europa Común, pero en realidad fue un error tremendo que incidió otra vez más sobre los aspectos económicos de la Unión Europea, olvidándose de los aspectos políticos y sociales. Tras aquel tratado vinieron algunos retoques, intentos por acelerar o frenar, arreglos y apaños. Pero en realidad seguimos en una situación de inoperancia política hacia la meta de la Unión Europea real. Estamos en una fase que dura muchas décadas, en donde hemos avanzado más o menos de la misma forma en que lograríamos avanzar con la firma del TTIP o CETA con EEUU y Canadá. Nos hemos ido construyendo a base de tratados comerciales, económicos, de libertad financiera, de reducción de la importancia de las fronteras, pero poco más.
La austeridad mal repartida para intentar salir de la crisis económica, la implantación del Euro de una forma dura y sin los suficientes análisis de futuro, nos han llevada a la Europa de varias velocidades, de diferentes posibilidades, donde unos como siempre, harán de pobres, mientras otros harán de ricos. Y ya no por sus posibilidades, sino por sus procedencias. No por personas, sino por países. Ya solo nos ha faltado el Brexit y la crisis de refugiados para que en este año 2016 hayan saltado todas las alarmas, y los primeros estudios de que tal vez hay que derribar lo construido y empezar de nuevo…, cuando toque.
Mientras no entendamos todos, pero los primeros los dirigentes políticos, sociales y culturales de la actual Europa, que hay que realizar una Unión Europea de las personas, con aquellos países que se decida pero sin la constante ampliación que desvirtúa las soluciones, no lograremos avanzar nada. Hay que definir el campo de trabajo. Y pensar que son las personas, no las actuales sino las futuras, las que deben soportar esa Europa Unida y hacia las que se deben intentar construir esa nueva Europa. Para crear Mercados Unidos ya están los Tratados. Y la Unión Europea debe ser un proyecto de vida en común, no un tratado de comercio o de dinero.
Europa no puede ser una teórica “reserva” de europeos, pues de querer hacerlo así, al final efectivamente nos podemos convertir en una reverse real de europeos, con el peligro que eso supone a medio plazo. Hoy también los europeos necesitamos para vivir (con la calidad de vida que hemos decidido vivir) a los inmigrantes, a los refugiados, a la diversidad, incluso a los jóvenes que no sabemos tener.
Europa debe seguir siendo un espacio abierto pero como es lógico, con los controles suficientes para que no se cuele lo que no es positivo, tras decidir claramente hacia dónde queremos ir. No hablo de una selección en bruto de personas, por favor NO, hablo de planificación, de inteligencia social para los que ya estamos y para los que tienen que venir.
Y mientras tanto seguir colaborando desde todos los estamentos mundiales para que los países emisores de personas tengan más capacidades económicas y para que sea admisible un mundo menos violento, más justo, más sostenible y con una constante modificación migratoria por motivos económicos —que también ya son medioambientales— pues la economía se mueve también por el cambio climático.
Si hay países que son capaces de comprar terrenos para sus negocios mundiales de control de la producción de los alimentos, y que son espacios mayores a la superficie de algunos países, debemos ser capaces para solucionar el problema de las personas que se desplazan por motivos económicos que entre todos nosotros provocamos. Por acción, por negligencia o por omisión del deber de defensa de la justicia universal.
Los inmigrantes deben poder integrarse con formación y posibilidades dignas y de justicia social, deben ser respetados en sus costumbres, culturas y religiones. Pero se les debe exigir que ellos respeten también las sociedades que se encuentran ya formadas y funcionando. El papel de la mujer es fundamental en ambos lados del asunto. Cualquier mujer que venga a Europa debe saber que tiene los derechos de los europeos, y debe exigirlos a todo el mundo. Incluidos a los que han venido con ellas. Un futuro mejor es posible en Europa, si somos capaces de legislar con una meta enfrente, sin miedo y desde la justicia social. Si dejamos que todo siga igual, Europa quedará en manos de los que desean desintegrarla. Debemos sopesarlo.