Tuve una conversación interesante con un español y una alemana en Friburgo. Quería yo escuchar sus opiniones de España, su visión desde la distancia aunque uno fuera un español, de qué estaban viendo y entendiendo del momento actual. Y a fé que resultó interesante el poco tiempo de que dispusimos mi amigo y yo.
No entendemos nada —me decía la señora alemana—. Un país como España que no tiene problema políticos internos, que está bien considerado como país “feliz”, y que esté sin gobierno un año. Y sobre todo que no suceda nada. ¿Y qué pasa con el desempleo? ¿Es real? ¿De verdad hay tantos millones de españoles sin trabajo? ¿Y de qué viven?
Esta frase: “no sucede nada”, era lo que más le extrañaba a la alemana. ¿Cómo se puede vivir sin gobierno y que no suceda nada? También me transmitieron la sensación de que las nuevas fuerzas políticas habían dinamitado ellas solas todas sus credenciales. No habían servido para nada, y sobre todo les preocupaba la figura de Pablo Iglesias que había sido como la espuma. Y sin duda estaban preocupados, incluso se podría decir que más preocupados que los propios españoles, si sacamos medias.
Si de algo uno se sorprende —que ya es de poco— es de lo bien informados que están. Yo de Alemania parezco menos informado que la alemana de España, una señora culta de unos 50 que no tenía nada que ver con el español de unos 30 que también estaba en la mesa conmigo y mi amigo.
La alemana creía en Europa, su apreciación era más positiva que la mía. Y también más cargada de futuro. Mi intención no era explicar mis puntos de vista, sino al contrario sacarle sobre todo a ella, los suyos. Sabe que Alemania va a cambiar dentro de un año. Que incluso este fin de semana Merkel puede perder Berlín en las municipales. Y se nos transmitió la preocupación por el futuro de los asilados o desplazados que ya viven en Alemania, que han venido a un país complejo para la integración. Europa está a medio construir, pero es un proyecto no muerto, que debemos cuidar entre todos.
Hay que hablar mucho más, desde la calma, desde el entendimiento, para conocernos e infiltrar nuestras ideas, mezclarlas y dejarlas posar. Creo que hablamos muy poco, y sobre todo que no somos capaces de edificar una calidad mínima en nuestras conversaciones. hay técnicas para que una reunión “sirva”. Pero creo que en vez de escuchar, muchas veces vamos simplemente a discursear.